Paco Camino puso a hervir los tendidos de las dos plazas de Barcelona, Las Arenas y La Monumental, desde que debutó de novillero tras sus éxitos de Zaragoza y durante su triunfal carrera como matador de toros. Allí supieron perdonarle sus baches de “galbana” y esperarle hasta que los superaba. Recuerdo que un día de acusada abulia, un aficionado de cuyo nombre no quiero acordarme, se levantó en su barrera y le increpó: “¡Paco, no tienes vergüenza torera!”. Camino se volvió hacia él y le respondió rotundo: “¡Ni tú de la otra!”, y se fajó con el toro, al que hasta ese momento le había hecho ascos, y le cortó las dos orejas. Así era el diálogo de los toreros de entonces con el público. Y es que un torero o lo dice todo con capote, muleta y espada o mejor que se calle.
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