José Tomás es muy dueño de reaparecer o no reaparecer y de plantear lo que le queda de su carrera -ya no es ningún niño- como le venga en gana. ¡Faltaría más! Vivimos en un país democrático de libertades individuales y colectivas. Puede elegir las ganaderías y los compañeros de cartel que prefiera, así como exigir el máximo dinero que las condiciones de cada plaza permitan. Incluso se puede dar el lujo de escoger diez o doce plazas de toros poco exigentes y de la máxima fidelidad a su estilo y ejecutoria, que le permitan imponer sus toros y obtener un rendimiento económico muy superior a otros de sus colegas que comparecen en todas las ferias con todo tipo de ganaderías, incluso en Madrid, Sevilla y Bilbao. Eso por no hablar de la tremenda lucha de los gloriosos legionarios del toreo por esas plazas de Dios, jugándose la vida ante marrajos ilidiables en muchas ocasiones. Pero a JT todo le está permitido. Al fin y al cabo, en este periodo crítico de la historia de España, su vuelta al toreo significará un balón de oxígeno para la Fiesta y una corriente de aire fresco para orear el putrefacto ambiente político en el que estamos sumergidos. José Tomás puede suponer para esta depauperada democracia el respiro popular que El Cordobés supuso para la dictadura franquista.
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La vuelta del mito
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