No es sólo la crisis. Somos un país que la llevamos en el adn. Nuestros siglos modernos de historia son el recuerdo de bandera contra bandera en nombre de una fe, una idea, una tierra, un concepto o un prejuicio. De crisis y de sufrir algo sabemos. De hecho, la cuestión de las prohibiciones de toros son una extensión de la guerra entre patrias. Chicas, por supuesto. Insisto una vez más que nuestro panorama legal, social o político es un reflejo fiel del espejo del panorama general de España. La tierra que mejor ha llevado a cabo el rastro del cainismo es la nuestra. Las nuestras. Caín contra Abel se nos da muy bien. Pero este frentismo, esta forma de entender en el toreo que lo que nos une al otro son más nuestras diferencias que nuestros intereses generales, se agrava, no sólo por la crisis económica. Creo que por la crisis de ilusión y quizá la crisis de lealtad. Y, en definitiva, por la crisis de soluciones.
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