Pagar con “romero-leales”, que equivale a hacerlo con pagarés más falsos que la piel de Judas, o a no pagar que viene a ser lo mismo, parece como si fuera lo ultimísimo en el toreo. Y no es cierto, hay muchos nombres ilustres en la intrahistoria de la picaresca del mundillo taurino, desde aquel empresario full que contrató a Belmonte en uno de sus viajes a América, pasando por el célebre “muerto vivo” que vendía las piaras de cerdos de los demás a la media vuelta de un “usted lo pase bien” al porquero que sabía las arrobas que pesaban los cochinos que cuidaba, pero desconocía el santo y seña de quien le pagaba por hacerlo, hasta llegar al que algunos presentan poco menos que como el inventor del “ya te veré” o “si te he visto no me acuerdo”. O incluso como el Luis Candelas de la empresa taurómaca, con corregidores de por medio como canta la coplilla del bandolero madrileño. Pero el caso es que la lista de parcos en la funesta manía de no pagarle ni al cobrador de la luz es muy larga, y alcanza a especímenes de todos los encastes y pelajes desde que existe el negocio taurino.
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