Al final se trataba de eso. De acuñar un nuevo sello de caucho de progre para estamparlo entre los colegas. Y dejarlos entrar de balde en el garito. De poner otro chiringuito, esta vez más de litrona. De limpiar las greñas para mal disimular el poco gusto por el agua. De abandonar el toque “rasta” tan pasado, el perroflautismo en decadencia (no digamos ese vestir de negro hortera del nacionalismo catalán), de no hacer más ese gesto gilipollas guay de simio evolucionado en la ceja del retrato más genuino de la estulticia que la democracia haya dado jamás (Zapatero y una ceja y viceversa). De sacar pecho con un currículum de cinco pelón, de balbucear inglés aprendido en las webs piratas. De tratar de prolongar el minuto de gloria que concede este río revuelto sin agua que es España.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1975
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1975 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1975 para Android
