La tradición obliga. En Navidad hay que orillar la acritud. Está bien. Orillémosla pero no olvidemos. Hay muchas cuestiones pendientes. Seguramente las mismas que el año pasado por estas fechas. Eso es lo preocupante. Y no sólo por la inoperancia del sector. A més a més -además- como se dice por aquí, supone que no hay conciencia de la urgencia y si la hay no les importa. Las fuerzas dirigentes, las del toro y las de fuera del toro, en el mejor de los casos se ponen de lado. Inoperancia se llama eso. Quizás egoísmo. Tienen hasta su propia frase para el caso, pronto y en la mano, eso dicen y eso piensan. Pues ese punto individualista y cortoplacista que parece tener inoculado la condición taurina general, devora por horas el futuro. En ese punto cabe preguntarse ¿queda futuro?... Algunos lo preguntarán con retranca, seguros de que no lo hay. Yo creo que sí. Es como el Amazonas ante los madereros, lo que destruyen esos tipos por la noche, en este caso por los despachos, lo regenera la madre naturaleza. Esa es la fuerza intrínseca del toreo. Y una manera como otra cualquiera de consolarse o de rearmar la moral de la tropa. Si hemos llegado hasta aquí, te dices, podemos seguir. Al fin y al cabo, respecto a otros momentos difíciles la única novedad son los anti y esos, primera reflexión optimista, parecen más callados o más confiados.
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