Empezamos un año clave. Más de lo que podamos imaginar. Porque necesitamos varias cosas. Las tres de siempre: toro encastado y con emoción; carteles combinados con figuras y novedades y por tanto rivalidad; y tercero, precios ajustados para que no nos abandonen los jóvenes; y cuarto, el toro de difícil lidia que es el de la política. Y en este último apartado ya sabemos dónde va a estar el peligro y dónde no, quiénes son los partidos antitaurinos radicales, quiénes les bailan, quién es neutral y quién no molesta. Porque lamentablemente, y eso es grave, la fiesta de los toros, la fiesta más popular de este país, en la que han cabido siempre todos los colores, las ideas y las economías, no está ni apoyada ni respetada de verdad por ningún partido político aunque un par de ellos la dejen correr en lugar de excomulgarle de su doctrina social.
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