Los toreros de las décadas de los 40, 50, 60 y 70, lo primero que tenían que aprender era a salirse garbosamente de la cara del toro para poder recuperar el resuello. Ahora se salen muy a menudo y con toda facilidad para darle un respiro al toro y evitar que ruede exhausto por la arena. Esa es una de las grandes diferencias entre aquella Fiesta, que a mí me cautivó y me captó de por vida, y la actual. Las faenas eran como una ráfaga de torería que te hacía vibrar con la sensación de haber sido testigo de algo extraordinario.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1960
