Marcial Lalanda ya lo advirtió hace muchos años: uno de los mayores males que podrían pesar sobre el futuro del toreo es una excesiva concentración de poder en lo que afecta a su organización y desarrollo. Y tenía toda la razón “el más grande” si hemos de creer la letra de su pasodoble, por cierto uno de los más interpretados de todos los tiempos. Ya que un arte tan profundamente popular, y en el fondo tan frágil, como el de lidiar toros bravos no puede ser encorsetado en el juego de intereses de empresarios, mentores y apoderados, sin pérdida de parte importante de su esencia. La singularidad de la Fiesta de los Toros necesita, como el aire que respira, la libertad tanto para acertar como para equivocarse.
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