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Los hombres también lloran

Rafaelillo se ha agigantado ante el miura que ha hecho cuarto. Un gran toro para un gran torero, que no se perdonará nunca no haber rematado su obra con una estocada hasta la bola. Muerto el toro, el torero ha roto en llanto.

Esta tarde, Rafaelillo ha regado con sus lágrimas de torero la arena de Las Ventas en una apoteósica vuelta al ruedo, tras la mejor faena de su vida. Faena valiente con calidad, estética y detalles de mucha torería. El murciano se ha agigantado ante el miura que ha hecho cuarto, que ha sido un gran toro. Eso sí, sin perder de vista las peculiaridades de los toros de ese hierro, que no perdonan vacilaciones ni errores. Un gran toro para un gran torero, que no se perdonará nunca no haber rematado su obra con una estocada hasta la bola. Las dos orejas estaban cantadas pues el público venteño no había vibrado ni se había emocionado tanto en todo el serial, que se ha prolongado durante 31 días. Muerto el toro, el torero ha roto en llanto, consciente de que había perdido el triunfo más sonado del San Isidro de 2015, que hoy tocaba a su fin. Y es que los hombres también lloran. Al menos los hombres con alma, y hoy, Rafaelillo ha demostrado tener un alma torera que no le cabe en el cuerpo.

La tarde ha tenido vibración de principio a fin. Comenzó con una bronca antológica al usía por no echar el primer toro al corral, por su evidente falta de fuerza para soportar la lidia. Era un auténtico inválido y Rafaelillo no pudo hacer más que pasaportarlo entre la descomunal protesta por el empecinamiento del presidente, en mantener su criterio frente al de más de 23.000 espectadores que pedían como una sola voz la devolución del morlaco. De los dos siguientes miuras mejor no acordarse. Pero del cuarto en adelante la tarde cambió de signo, vino el triunfo de Rafaelillo y una cogida espeluznante del banderillero Marco Galán. El quinto tuvo sus opciones, difíciles y peligrosas como han sido siempre las de los toros de Zahariche, y Castaño anduvo valiente y batallador. Y el sexto fue un buen toro, que Serafín Marín no entendió y lo que pudo ser un éxito acabó en muestras de desagrado.

La de hoy ha sido una buena tarde de toros. Con triunfo, bronca y tragedia; tres elementos indispensables para la grandeza del toreo como espectáculo. Ha finalizado el San Isidro de 2015, y a fe que ha ofrecido muchos momentos importantes en cuanto a toros y toreros, y sobre todos la demostración palpable de que los españoles siguen apostando, a juzgar por cómo se han llenado los tendidos casi todas las tardes, por la supervivencia de la Fiesta de los Toros.

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Los hombres también lloran

Paco Mora

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