Categorías: Opinión

Los intelectuales y el toro

Es bueno que Vargas Llosa, el ministro Wert y Esperanza Aguirre ahora y en otras ocasiones García Márquez e incluso Boadella y Sabina, aunque este sea aficionado de un solo registró…

Es bueno que Vargas Llosa, el ministro Wert y Esperanza Aguirre ahora, y en otras ocasiones, García Márquez e incluso Boadella y Sabina, aunque éste sea aficionado de un solo registro, ensalcen la fiesta de los toros cargando el acento en el aspecto cultural. Buena la idea de Simón Casas, el productor francés con alma española, de abrir una senda en la nueva andadura de Las Ventas hacia lo que de cultura autóctona tiene el toreo. Reduzcamos el casticismo a su justa dimensión y modernicémonos porque es mejor construir el futuro que vivir del pasado. Aunque tampoco conviene olvidar los hitos históricos de la Fiesta, tales como lo que significaron Joselito y Belmonte, así como la evolución del toro bravo, para que pudiéramos llegar a la realidad actual. Y me refiero a lo que ocurre en el palenque del ruedo y no en los despachos ni en los medios de comunicación. Que eso son cosas distintas en las que un día u otro habrá que operar también sin que, como dijo aquel, importe que el escalpelo haga sangre mientras obedezca a una ley de amor. De amor a la fiesta, por supuesto.

No vayamos a poner en moda el toreo como disidencia en la que sea de buen tono para un sector de la intelectualidad lucir posturas pseudoheroicas, muy respetables y de agradecer pero que al fin y al cabo son la hojarasca del frondoso árbol de la Fiesta. Vamos a realizar el máximo esfuerzo para que la emoción retorne al toreo. Y eso sólo se puede conseguir con un toro encastado y fiero, que salga al ruedo a vender cara su vida, y para vencer al cual, el torero se vea obligado a poner sobre la arena el envite de su decisión, técnica y arte a partes iguales. Si continúa saliendo de los chiqueros el torito de Duracell, que dura y dura aburriendo al personal hasta que se le agotan las pilas, ya pueden los literatos, comediantes y cantautores echarle incienso a la cosa que esto acabará como el rosario de la aurora. Los antis están ahí agazapados detrás de la mata, y hasta dicen, dándoselas de listos porque no saben lo que ven, que los toros salen drogados a la plaza. Una leyenda negra que sólo se pueden tragar quienes no tienen pajolera idea de lo que es la fiesta de los toros. Lo que ocurre es que se está criando un animalito sin espíritu de lucha, salvo honrosas excepciones que por cierto las figuras no quieren ni verlas, que no necesita esnifar nada ni darle a la raya para embestir como un burro mohíno.

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Los intelectuales y el toro

Paco Mora

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