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Los toros no tienen dinero

En Pamplona (lo vuelvo a decir un año más alto y claro, se enfade quien se enfade) los ganaderos, con todos mis respetos, no respetan al toro. A su toro. A todos los toros. Me da pena. Y siento vergüenza propia.

Deberíamos pensar más en el toro. No en esa estupidez formal de una frontera torista/torerista que aún diseñamos para facilitar posturas de trinchera. El toro de hoy que se torea en las grandes tardes ha quedado reducido a un manojo de ganaderías que se cuentan con los dedos de una mano. Arriba o abajo. Año tras año, pues si sale de los cinco dedos una, es sustituida por otra y así por varios años. Nadie sabe el daño genético y de futuro que supuso en su día la tablilla, el peso, los kilos.

Sabemos sus consecuencias, pero es inimaginable hacia dónde irá el tipo de toro en el futuro. Más grande es difícil, aunque este año en Madrid el toro pareció regresar a su lugar original de gigantismo. No percibo el tipo de toro, su visión física en el futuro próximo. Ni tampoco su interior o bravura. Imagino lo que, para mí, sería el ideal. Más que un ideal, un nuevo punto de partida en donde el toro tuviera más chance en esta Fiesta.

Imagino un toro y un caballo de picar más reducidos. Un novillo aún más reducido en Madrid. Un toro de mayor duración por mayor bravura y raza, más exigente porque ya no se torean cien corridas per cápita sino muchas menos. Un tamaño que, paralelamente, anime a seleccionar más bravura. Movilidad, pero con bravura. Ese toro que no regala nada si antes el toreo no le regala esos instantes de aguante, de pasar la frontera, de apostar en riesgo antes de poder sacarle el fondo que el toro tenga.

Hay corridas que, sinceramente, asemejan un tentadero. Lo digo por simple observación de una ausencia de emoción. La toreabilidad es término que existe y del que no reniego, pero está muy alejada de la docilidad. Nada que ver. Un toro bravo ha de ser toreable, pero jamás dócil. La docilidad es la madre de la visión de la corrida como un tentadero, la ausencia de sensación de riesgo es la madre de una Fiesta blanda, anti creativa, anti artística. El arte que no nace del sufrimiento, del riesgo, de la entrega, es un artificio, no un arte.

Tamaño abajo, bravura arriba. Toros que, por su físico de manos cortas, cruz baja, cuello largo y sienes estrechas, sean aptos para desarrollar lo que el ganadero ha de meter dentro de ese físico: bravura con todas sus notas y raza para que dure esa bravura. Observo muchos toros que embisten por abajo, pero recto, que humillan, pero en la línea recta, que no embisten con el pitón de dentro, ese gesto físico que hace que el toro vaya más obligado, que se le pueda reducir más la velocidad y que permita de nuevo el toreo más reunido, más curvo.

Hay un trabajo casi “ideólogo” por hacer. Saber hacia dónde ha de ir el toro que nos va a permitir avanzar el toreo hacia otras décadas, justo en un momento de cambio por momento de crisis. Pero, para todo ello y antes de ello, hay que reconocer que, desde hace muchos años, los toros no tienen dinero. Nadie es capaz de decir en público que, si a los ganaderos se les quitan las subvenciones, en la caja de la finca no queda para pagar el recibo de la luz.

Mientras el precio del toro esté por el subsuelo, el toro será fácilmente manipulable, débil, escasamente bravo. Podemos tener todos los días un toro aparentemente toro para uno y cien reconocimientos, pero sabremos que la gran mayoría ha sido mal manejado, peor preparado y escasamente invertido. Y los ganaderos han hecho un esfuerzo tremendo mandando vacas al matadero para reducir. Es hora de actuar para el toro. Comienza San Fermín. Con, por, tras, según… el toro, se van a facturar decenas y decenas de millones de euros, que el toro no ve. Porque nadie tiene la valentía, el coraje, la dignidad y la honra de pedir lo que le corresponde… al toro. En este caso de Pamplona (lo vuelvo a decir un año más alto y claro, se enfade quien se enfade) los ganaderos, con todos mis respetos, no respetan al toro. A su toro. A todos los toros. Me da pena. Y siento vergüenza propia.

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Los toros no tienen dinero

Carlos Ruiz Villasuso

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Carlos Ruiz Villasuso

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