Hemos echado el invierno en lamentos y en esperanzas casi siempre vanas, en alertar, en animar, en despertar a los que pueden aportar algo positivo a la Fiesta. Cada cual lo ha hecho a su estilo, en estas y en otras páginas, porque todos los aficionados deseamos que esta nave tome impulso de nuevo y no acabe en los astilleros del desguace y el olvido. Queremos una fiesta revivida, un toro emocionante por su bravura, una torería abierta y competitiva (todas las figuras con todos los que puedan llegar a serlo) no vagones de primera, de segunda y tercera. Y unos precios acordes a la situación. Que las plazas se llenen aunque el dinero no sea el de los años de vino y rosas. Y que cada cual gane lo suyo. Las figuras más, mucho más. Pero el resto, hasta el último de la fila de los toreros dignos, tiene que llegar al hotel, quitarse el chispeante, ducharse y sobrarle un puñado de euros. Por haberse jugado la vida, también, pero sobre todo por haber ejercido, y ojalá con éxito, una de las profesiones más dignas, más hermosas y más difíciles. A él y hasta ese novillero que todavía no le ha cuajado la barba pero que ya sueña con cortijos, también tienen que sobrarle cuatro perras para no sentir el alma de mendigo.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 1946
