Esta vez la batalla de Madrid tuvo lugar en el ruedo. Lejos o al margen de los despachos y los relevos, incluso por encima de los voceríos discordantes de esos tendidos donde desde hace tiempo el no es no y siempre no. Ya tocaba esa normalidad. Se confabularon para ello astros y dioses. Zeus, Ares, Júpiter y hasta la mismísima Cibeles se supone, y convirtieron la feria en una guerra. Lid deslumbrante por momentos pero durísima. Un campo de minas, territorio donde se guerreaba por tierra, mar y aire. No había límites. Sólo los que decidía la santa providencia.
Que se lo pregunten a Román, a Curro, a Garrido… protagonistas, últimos héroes clásicos de la sociedad moderna. Lo mismo volaban hacia el cielo de Madrid, en el sentido más feliz o en el más incierto de un vuelo sin destino, que eran estampados con violencia contra el duro suelo de la realidad, y/o perseguidos con saña, acuchillados sin mucho tino, esa fue la suerte, por las dagas de los toros como si fuese la misma transición ahora tan en cuestión. Lo mismo parecían imponerse al destino que todo seguido volvían a estar al borde del abismo, a merced de un sino que se presentaba negro negrísimo como los mismos toros del Puerto que se hacían los longuis para cazar al descuido. Y al final de todo, sin solución de continuidad, sin pronóstico que lo anunciase, hay dioses buenos y hay santa providencia, acabaron triunfantes Román, Curro y Garrido, y eso, que es materia de leyenda, es lo que contará la historia: “Aquella Feria de Otoño de 2016, bla, bla, bla”… de tal manera, estoy seguro, que muchos que las escuchen las añorarán.
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2036
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2036 para iPad
Lea AQUÍ el artículo completo en su Revista APLAUSOS Nº 2036 para Android
