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Maldita e innecesaria moda

El toreo sufre los últimos tiempos una peligrosa moda. Innecesaria por añadidura. Cuando escribo peligrosa me establezco en el límite del riesgo vital. Donde la gente puede palmar...

El toreo sufre los últimos tiempos una peligrosa moda. Innecesaria por añadidura. Cuando escribo peligrosa me establezco en el límite del riesgo vital. Donde la gente puede palmar. Entiendo que es un proceso que desencadenó José Tomás con su toreo de cercanías y escalofrío en el que el punto diferenciador era la ausencia de toques con la muleta. Riesgo aceptado y necesario vistos los efectos toreros y populares. El siguiente paso fue la valoración sin límites de las cogidas por parte del gran público. Incluso los que hasta entonces no iban a plaza. Eso, aderezado con una literatura muy forzada se convirtió en un producto de máxima aceptación social. No me gusta ese discurso pero podría aceptarlo. La cogida y la cornada es una consecuencia muy probable y en ocasiones inevitable de todo lo anterior, de quedarse quieto, de pasarse el toro cerca, de consentirles sin tocarlos...

Lo acepto pero me planto. Me niego rotundamente a ir más allá. Y han ido. José Tomás y otros. Me refiero a la moda/obligación de que los toreros permanezcan en el ruedo tras ser heridos. La máxima expresión de ese hábito lo estableció por encima de JT, Miguel Ángel Perera en Madrid aquella tarde legendaria en la que se anunció con seis toros. Después de ser atrapado por el toro aguantó mientras sangraba y sangraba y sangraba a pesar del torniquete. Angustioso. Excesivo. Innecesario por cuanto todos ya sabíamos del valor y la vergüenza torera de Miguel.

Aquella decisión de aguantar tuvo gran resonancia mediática y también tuvo consecuencias en la rehabilitación física del torero. No estoy seguro pero posiblemente también ayudó a desmitificar el riesgo de los toreros. Si un tío aguanta así… se puede pensar, no será para tanto. Y aún tuvo más consecuencias, desde ese día un torero que no aguante herido en el ruedo está bajo sospecha de falta de pundonor. El gesto de Miguel obligó mucho y comenzamos a ver a muchos toreros, ricos y pobres, sangrando en el ruedo cuando donde debían estar era en manos de los médicos. Obligó a todos los toreros y obligó al propio Miguel Ángel que meses después, esta misma semana, en Burgos ha aguantado en la arena toreando mientras perdía sangre. Para qué, pregunto. No había aprendido la lección. Me dicen que cuando llegó a la enfermería se mareó. Nada para lo que arriesgó. A mí esa moda no me gusta como tampoco me gusta que los toros cojan a los toreros aunque reconozco que si no existiese el riesgo de la cogida a lo peor no íbamos a la plaza.

Posdata.- Una ley del buen toreo es que no te coja el toro, pero una vez te han cogido... vaya usted al médico… ¡por favor!.

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Maldita e innecesaria moda

José Luis Benlloch

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