La pincelada del director

Maldito desarraigo social

José Luis Benlloch
martes 19 de junio de 2012

El impasse entre ferias de la última semana trajo poca tranquilidad. A falta de orejas y puertas grandes, de broncas y decepciones artísticas, de discutir sobre si se cruza o no se cruza el fenómeno, libres y naturalmente cansados de ese debate simplista del monoencaste que olvida que las ganaderías se dividen en las que embisten y en las que no embisten con la particularidad de que hay muchas más de las que no embisten, en esa tesitura se habló de números y conflictos y ¡horror! nos zambullimos en la depresión. En ese territorio solo hay llantos y fugas, y profesionales con el alma en vilo. Lo traen los tiempos y para bien y para mal los toros son un producto de esta sociedad y de este tiempo, así que a nadie le puede extrañar los llantos y las fugas y la incertidumbre que acaparan los titulares periodísticos. Y en esa situación es especialmente recomendable que se aparque la demagogia y se apueste por el realismo. Las diatribas domésticas, demandas, boicots encubiertos y fullerías diversas solo hacen que demorar las soluciones. Si hay que recortar se recorta, unos y otros, si hay carga que se reparta, si hay que ceder privilegios se ceden, no basta con quedarse en casa para que no se les vea el plumero a las estrellas de cartón, tie­nen/tenemos que meter el hombro, es obligado, todos. En esta situación, tan tremenda como incierta o más tremenda que incierta, se impone una postura de generosidad que no acaba de producirse. Aquí cada cual sigue a su bola. Y no señalo, la postura es general.

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