Cuidar América. Ese debería ser un objetivo básico si queremos que la Fiesta siga siendo ese “Planeta de los toros”, término del personalísimo crítico de ABC en tiempos del blanco y negro. Cañabate fue escritor costumbrista, castizo y madrileño con argumentos y literatura fácil para el lector de aquellos años, tal vez lejos de la mayor hondura taurina de Clarito y Corrochano. Pero nadie pierde el tiempo si es capaz de releer los legados de este trío de comentaristas o críticos taurinos. Hay que recordar que César Jalón, con el mote taurino de “Clarito”, fue ministro, creo que de telecomunicaciones, en el gobierno de la República en 1931. Entonces la Fiesta no entraba en el debate político. Era la fiesta de todos, ricos y pobres, leídos o analfabetos, que de todo había en aquella España. Pero la Fiesta no se dividía en bandos como no fueran de partidarios de uno u otro torero. Partidarios de Marcial o de Ortega. De Manolete o de Pepe Luis y así la rivalidad acompañó el espectáculo de por vida. Tal vez los últimos dúos con fuerza fueron los de Aparicio y Litri y a nivel local El Tino y Pacorro en Alicante, dividían la pasión de los paisanos. Hasta el punto de que en el mercado los partidarios de un torero no compraban en la tienda del que era partidario del otro. O Chamaco y Bernadó, rivales en Barcelona.
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