"Estoy aquí para mandar en el toreo" es una frase muy comprometida para un torero. La euforia de un triunfo en Las Ventas y en San Isidro da mucha moral. Pero de eso a "mandar en el toreo" hay un trecho que no se recorre en un día. "Mandar en el toreo" es algo que ha estado al alcance de muy pocos a lo largo de la historia de la Tauromaquia. Se pueden contar con los dedos de una mano los que lo han conseguido.
Lagartijo, Guerrita, José-Juan (como tándem), Manolete y El Cordobés mandaron en el toreo de sus respectivas épocas. Después de Benítez sólo ha habido uno que pudo lograrlo y dado el planteamiento de su carrera se ha tenido que conformar con mandar en sí mismo, que no es poco. Me estoy refiriendo a José Tomás. Y ahora sólo El Juli está en situación de poder decir algo parecido pero tiene la suficiente inteligencia, torera y de la otra, para no decirlo. Esa es la realidad. Otra cosa es ser un gran torero, que los ha habido en las épocas de todos los arriba reseñados. Armillita, Marcial Lalanda, Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, Pepín Martín Vázquez, Arruza, Luis Miguel Dominguín, Antonio Ordóñez, Litri, Aparicio, Paco Ojeda, Enrique Ponce (Sumo Pontífice), Morante, Perera, Talavante, Finito y algunos otros que harían esta lista demasiado larga, son buena muestra de ello.
Pero "mandar en el toreo" son palabras mayores, porque ello significa torear lo que se quiera, donde se quiera, con el ganado que se quiera, con los compañeros que se desee y con un caché económico superior al de todos los toreros del escalafón. Eso es mandar en el toreo. Ello sin desdoro de la calidad, la disposición y honestidad profesional de nadie que haya sido alguien en la historia del toreo. Pero mandar en el toreo… Eso es otra cosa.
