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Manolo Montoliu, la romántica historia de una alternativa a la antigua usanza

Hijo del conocido picador del mismo nombre, Manolo Montoliu tenía el toro metido en la cabeza desde que era un niño. Tras los intentos familiares de quitarle esa idea, se dedicó a este mundo en cuerpo y alma. Nuestro director José Luis Benlloch profundizaba en estos primeros años de andadura: “Tras estoquear su primer novillo en Benimàmet el 20 de junio de 1970, va cogiendo oficio en pequeñas plazas de la sierra de Teruel, Cuenca y Guadalajara. El 29 de julio de 1973 debuta con picadores en Sant Feliu de Guíxols. Tras mucha lucha y escasez de contratos, solo toreó 26 novilladas picadas en siete temporadas, decide cambiar el oro por la plata. La aparición de un novillero arrollador, Vicente Ruiz “El Soro”, fue la ocasión precisa para dicho cambio, pues el de Foios le ofrece un puesto en su cuadrilla. El tándem Soro-Montoliu funciona a la perfección durante cuatro temporadas, pero Manolo siente la necesidad de buscar el refrendo a su prestigio profesional, motivo por el cual acepta el ofrecimiento de Paco Ojeda, ya entonces gran figura del toreo, a cuyas órdenes torea en 1984 coincidiendo con Martín Recio, con el que alcanza un entendimiento perfecto y forman una de las parejas de banderilleros más impactantes de las últimas décadas. Al retirarse temporalmente Ojeda, los dos pasan en 1985 a las órdenes del maestro Antoñete, con el que comparten la gloria en una de las temporadas más apasionantes del toreo moderno. Manolo consigue todos los trofeos de las grandes ferias y se erige en la gran figura de los toreros de plata. Fue tal la fama, que varios profesionales del toro y de la información le comentan la posibilidad de tomar la alternativa. Acepta la idea, pues tenía la oportunidad de hacer realidad lo que había soñado toda la vida, ser matador de toros”.

Finalmente el grupo Espinosa, Patón y Simón Casas lo apoderan en esta nueva etapa, con una temporada en grandes carteles en las más importantes ferias, empezando con una alternativa en Castellón, en tarde que despertó gran interés. Con más de tres cuartos de entrada, se celebró la primera corrida de la feria de la Magdalena. Se lidiaron seis toros de Socorro González Sánchez-Dalp, de correcta presentación, los cuales por su escaso juego fueron silenciados a excepción del tercero, que fue ovacionado. Julio Robles (ovación con saludos y silencio), Juan Antonio Ruiz “Espartaco” (oreja y oreja) y Manolo Montoliu, que tomó la alternativa (ovación con saludos en sus dos toros).

Julio Robles, en presencia de Espartaco, le cedió el toro Correcostas, número 57, de la ganadería de Socorro González. Montoliu, que vestía un precioso terno gris plomo y oro, se mostró tranquilo, intentando hacer las cosas tan despacio como los públicos le han visto con capote y banderillas durante los último años. Tal como narraba nuestro director, Salvador Pascual: “Tres estupendos pares de banderillas y brindis a su padre, tras recibir la alternativa. Intentos de hacer las cosas bien y despacio con algún momento lucido. El que cerraba plaza, era un toro que repetía con noble embestida realizando una faena aseada. Es un matador que acaba de pasar al grado máximo del toreo y por lo tanto hay que esperar”.

Julio Robles dio la sensación de cumplir sin más el expediente y solo dejó detalles de su torería, mientras que Espartaco resultó ser el triunfador de la tarde, puesto que se vio que venía con ganas desde el recibo capotero con largas de rodillas hasta realizar una faena de cercanías ligando los pases y calentando al público. Pese a pinchar, cortó una oreja. Valentísimo con el sexto, puso la plaza al rojo vivo con unos rodillazos y desplantes, tras ligar una buena faena. Metisaca y estocada entera saliendo trompicado con un varetazo en el muslo, logró otra oreja y con ello la salida a hombros por la puerta grande.

A esta tarde le siguieron Valencia, Sevilla, Nimes, la confirmación en Madrid con Emilio Muñoz de padrino con toros de Samuel Flores, Cabra, Mejanes, Beacauire, donde sufrió una cornada, y Lisboa. La dignidad y el profesionalismo con que cumple sus contratos no son bagaje suficiente para abrirse camino entre los mejores vestido de oro y decide volver a las filas de los banderilleros la temporada siguiente, incorporándose a la cuadrilla de Víctor Mendes, donde comparte muchas tardes tercio de banderillas con su matador. Luego pasó a las filas de Miguel Báez “Litri”, volviendo nuevamente a los años con El Soro, Rafael de la Viña y, finalmente, Manzanares, a cuyas órdenes actuaba la fatídica tarde del primero de mayo de 1992.

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Alfonso Ávila

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