Desde el pasado 1 de junio Madrid y Dalia quedarán ligados eternamente a José María Manzanares. En Las Ventas firmó la faena de su vida. Una obra memorable, sublime y mágica que puso de relieve una nueva dimensión en su toreo, “más vertical y asentado en los talones, no tan forzado”. Unas formas que son las que siempre le inculcó el maestro, su padre. El alicantino habla con la sensibilidad de un artista que ha vuelto a sentir y a transmitir después de un 2015 muy duro en lo emocional. Desprendido de miedos e inseguridades, se expresa con libertad, con más pureza. Es Manzanares, naturalmente.
- “Ha habido un cambio muy grande en mi concepto: busco torear más asentado en los talones, con los riñones metidos, jugando más el pecho, la cintura, un toreo más vertical y natural, no tan doblado ni forzado”
- “Para mí no es un reto tener que triunfar todos los días, el reto es que se vea un torero más puro. La persecución del triunfo quita pureza. Sacrificas lo que sientes de verdad por el triunfo”
- “Sigo siendo muy perfeccionista en mi vida privada, en el entrenamiento. En la plaza esa perfección ya la he dejado al margen porque me restaba mucha libertad para expresarme”
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