La temporada 2016 ha marcado en Javier Castaño un antes y un después más allá de su propia carrera profesional. A los pocos días de comenzar el año la palabra mordaz del cáncer apareció en su vida, justo cuando ya tenía hechas las maletas para ir a América. Desde entonces todo cambió y su afán de lucha ha quedado patente en la lección de coraje y de amor propio que ha ofrecido para aferrarse a la vida, siempre sintiendo el toreo que ha sido –junto a su familia- la motivación para espantar el revés.
- “Vivo más intensamente. Con la meta de ser feliz y la ilusión del chiquillo que llegó a Salamanca con catorce años. Un torero nunca puede dejar de evolucionar”
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