Categorías: Opinión

Mi tierra, mi gente, mi calle…

La partida de los bous al carrer no la van a ganar los antitaurinos. Ahí los protagonistas son el pueblo y la gente. No es un negocio. Es un sentimiento. Una pasión incluido el máximo respeto al toro...

Lo primero que recuerdo de pequeño es el olor de las naranjas en el almacén de mi abuelo, el abuelo “Basero”, uno de los comerciantes de naranjas más importantes; y pionero en llevar la fruta primero hasta Cataluña y luego a París, a Hamburgo y a media Europa. Cargaba un tren entero de vagones con las naranjas limpias, brillantes, algunas envueltas en papel con la marca de la casa en las cajas de madera, y así todo el invierno desde octubre hasta abril. Cuando llegaba el buen tiempo en lugar de naranjas mi calle se llenaba de toros, toros sueltos, toros de cuerda, toro embolado, toro. Y ahí nació mí amor por el animal, por el riesgo, por el valor, por la habilidad de esquivarlo sin muleta sólo con el cuerpo.

Y aquella gente que en invierno se levantaba a las siete de la mañana, tomaba una copa de anís, de cazalla, de coñac, para matar la humedad del amanecer, camino al huerto, con el capazo y los alicates. Gentes que cortaban con delicadeza las naranjas, llenaban el capazo, las llevaban hasta la báscula y las dejaban en el camión que volvería al almacén del abuelo. Aquella gente, trabajadora, honrada, que se levantaba con el alba y volvía a casa con el sol ya acostado, eran mis amigos, mi gente, los que se ponían delante del toro, con una afición tremenda, con un respeto ancestral, con una torería que nos devolvía a los primeros capítulos de la Tauromaquia. Aquella gente, yo era más chico, eran mis héroes y los que me enseñaron a respetar al toro y a sentir su aliento en un quiebro; o en la emoción de embolarlo y aguantar asido a la cola hasta que toma la dirección adecuada.

Nadie de aquella gente, mis amigos, mis mayores, maltrataba al toro. Al contrario, lo amaban y lo respetaron siempre. Como los de ahora. Una inmensa mayoría, apabullante mayoría, de paisanos de Castellón, de Valencia, de Alicante, pero sobre todo de Castellón, festejan los días de asueto, o del patrón, jugando al toro. Miles de toros. De las ganaderías más prestigiosas, salvando a muchos ganaderos de enviarlos a la humillación del matadero. Por eso quien diga que esos miles, millones de aficionados al toro en la calle, en sus calles, pagados con su dinero, escogidos con esmero, lidiados con respeto, son unos salvajes es, además de un mentiroso, un imbécil. Pero están pagados, algunos muy bien y lo mismo van al Toro de la Vega (yo eso lo respeto, pero no soy partidario) que a las plazas de toros, que a donde haga falta para cobrar y joder al personal y provocar, y algún día pasará, un altercado o una tragedia. La suerte que tienen estos pagados desaprensivos es que la gente del bou al carrer son no solo buena gente, sino gente muy noble y nada violenta. El valor se lo echan al toro y el respeto a las personas.

AMEDRENTAN Y DIFAMAN GRACIAS A LOS MEDIOS AFINES A SU CAUSA

Ahora atacan a pueblos pequeños donde pueden amedrentar a los habitantes. Es lo que pasó en Olocau del Rey, en mi tierra, donde Santiago Gazulla, el alcalde, paró la fiesta para no acabar en una cacería a los profesionales del alboroto, la violencia y la provocación. Y sacaron el toro otro día. Pero lo más jodido es que cuentan con cámaras de televisión, en este caso de La Sexta, que les hace el caldo gordo; y que filma y edita eso que suelen ver cada día en los telediarios. Pero algún día va a pasar algo feo. Aunque Daniel Ramos y Juan Carlos Paricio y toda la gente que labora y dirige el buen orden de los bous al carrer son bravos, valientes pero decentes, serios y educados. Y van a ir por la vía de la razón, la denuncia y la multa en lugar del enfrentamiento, que es lo que pretenden para dos cosas: una, cobrar (viven de eso) y dos: intentar acabar con el toro en la calle. Pero esta partida no la van a ganar. Ahí los protagonistas son el pueblo y la gente. No es un negocio. Es un sentimiento. Una pasión incluido el máximo respeto al toro. Y pasan cosas y hay heridos casi siempre porque aparece alguien que ni sabe, ni está en condiciones, ni debería bajar a hacer lo que hacen la mayor parte de los hombres, y alguna mujer, de mi tierra, de mi gente. Torear a cuerpo limpio, sin ventajas y sin trampas. Con el máximo respeto. Y el que no lo entienda que vaya a la Sorbona a aprender.

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Manolo Molés

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