E l toro es producto del hombre. Jamás se selecciona a sí mismo. No se torea a sí mismo. No se mira desde un tendido a sí mismo. Parece perogrullada, pero lo olvidamos muchas veces. Al relance de esa bien intencionada y ovacionable iniciativa para recuperar “encastes” en vías de extinción, no se puede obviar esto. El toro es el que el hombre quiere que sea. Y el hombre, el ganadero, el torero, el público, la empresa, decide qué toro es el más idóneo para el espectáculo o para el toreo de cada tiempo. Incluso en el mismo tiempo, para cada espacio o tipo de afición. Por lo tanto, la tarea para recuperar ese tipo de toros que el hombre decidió que no servían , ha de empezar por analizar porqué se decidió tal cosa.
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