Una apasionada marabunta de aficionados se desplazó hasta el Hotel Wellington después de llevar en hombros a Morante de la Puebla por las calles de Madrid -desde Las Ventas hasta Manuel Becerra, lugar donde la policía impidió continuar el recorrido- tras haber cuajado una tarde histórica y antológica de puerta grande en la corrida de Beneficencia. A las puertas del hotel, y entre la carretera, los aficionados llamaron a gritos al torero sevillano, hospedado en el distinguido hotel madrileño de la calle Velázquez, que salió para saludar desde el balcón de la habitación a la multitud enfervorecida, que volvía a corear al unísono su nombre como ya lo habían hecho en la agitada salida en hombros: "¡José Antonio, Morante de la Puebla!".
El genio sevillano les saludó desde el balcón y ¡hasta les dio la bendición! haciendo el gesto cual Papa León XIV. Pero los aficionados tenían ganas de más y gritaban: "¡Que baje, que baje!". Lo nunca visto. O al menos que se recuerde. Histórico Morante e histórica la afición de Madrid.
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