El Palco

Dar toros este año

Rafael Comino Delgado
miércoles 01 de julio de 2020

Si las cosas siguen como están probablemente se den algunos festejos taurinos en julio y, sobre todo, en agosto y septiembre, pero hemos de admitir que la situación es sumamente compleja e incierta para todos. Al plantearse montar una corrida de toros el empresario tiene que analizar, muy detenidamente, la situación y hacerse muchas preguntas, siempre partiendo de que las ayudas recibidas del Estado serán nulas o mínimas en aquellas comunidades autónomas que favorezcan al toreo.

¿Para esa fecha se podrá dar la corrida o debido a un fuerte rebrote de contagios y muertes habremos vuelto al confinamiento? ¿La gente acudirá o por miedo a contagiarse decidirá no ir? Es posible que muchos que en circunstancias normales hubiesen ido ahora no lo hagan. Gran parte de las personas que acuden a las plazas de toros son mayores y por tanto de alto riesgo, lo cual puede que les genere temor y decidan no ir. Suponiendo que todo vaya bien, ¿la gente dispondrá de dinero como para comprarse una entrada después de varios meses sin ingresar un euro? Puede que si es muy aficionado probablemente lo haga, pero si no, lo más probable es que ese dinero lo utilice para pagar la factura de la luz, agua, teléfono, etc.

La contestación a la primera pregunta la tendremos a medida que vaya pasando el tiempo, pero puede ser que cuando la tengamos el empresario ya haya hecho un gasto en cartelería, permisos, preparación de la plaza… Y la contestación a la segunda y tercera pregunta la conoceremos después de la corrida o, si quieren, en el momento de su comienzo.

Así las cosas, creo que la decisión de dar un festejo no puede ser exclusivamente del empresario, sino de todos los colectivos implicados y en este caso especialmente la propiedad de la plaza y los toreros. El ganadero es el único que cuando se tome la decisión de dar el festejo ya ha hecho el gasto, ya ha criado los toros, y eso vale un dinero. El empresario también hace gasto antes del día de la corrida.

Por tanto, la solución es una reunión para dialogar entre ganadero, empresario, toreros y propiedad de la plaza. Y algo muy importante, a dicha reunión hay que ir habiendo desterrado aquel adagio del filósofo Nicolás Gómez Dávila que decía: “El propósito de dialogar, hoy, presupone la intención de traicionar”.

Se les pone un precio a los toros para que el ganadero, al menos, no pierda; otro precio a los gastos obligados del empresario, que se conocen perfectamente antes de empezar la corrida -me refiero a veterinarios, médicos, banda de música, taquilleros, porteros, cartelería, publicidad… Ambas partidas se separan. Lo que quede se reparte entre todos, con diferentes porcentajes, previamente acordados en la reunión antes citada. Sabemos que el torero es el que se juega la vida y el que mete la gente en la plaza, por eso su porcentaje debe ser mayor.

Llegar a ese acuerdo será muy difícil, pero somos seres racionales y hablando con buena voluntad y deseos de apoyar la Fiesta y su continuidad se entiende la gente, siempre que todo el mundo sea razonable y de verdad quiera colaborar a dar toros e impedir, como dice el maestro Castella, que el barco se hunda.

Ahora no puede venir una figura, por muy figura que sea, a decir yo cobro tanto y de ahí no me muevo, porque será todo lo figura que quiera, pero si solo mete cien personas en la plaza tendrá que cobrar de acuerdo a ello. Incluso los aficionados hemos de pensar que si queremos que la Fiesta que tanto amamos no desaparezca, también tendremos que arrimar el hombro en la medida de nuestras posibilidades.

Si de verdad somos capaces de llevar a cabo este proyecto, esta temporada no se habrá perdido del todo y habremos demostrado que cuando todos nos unimos y nos ponemos de acuerdo el toreo tiene mucha más fuerza de la que muchos creen, y de la que desearían los antitaurinos.

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