Con la deuda acumulada de los clubs de fútbol, tres mil millones de euros, se darían toros hasta el año 2070. Casi dos tercios de un siglo. La mayor parte de nuestras tribus del balón y de las banderas y las finales y los futbolistas de pendientes y exenciones fiscales, siguen las pasiones de unos clubes con presidentes al borde de lo delictivo y que deben hasta de callarse. Los clubes, en su mayoría, según un último informe económico, están próximos a la insolvencia y/o a la suspensión de pago. Pero no hay alarma. No la hay porque la democracia, que es como la dictadura en posición invertida, ha encontrado a su gran pan y circo: el fútbol, esa adormidera activa con la que hacer posiblemente felices a la tribu a costa de la propia tribu. Y si no son felices, que griten, que se peleen, que insulten, familias enteras de la mano. El fútbol es el gran negocio de unos pocos a costa de la ruina de muchos y con el beneplácito de la democracia, que, a veces, es peor que todas las dictaduras.
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