Quince de agosto. Aeropuerto de Gijón, ahora no sé si Xixón. Me llevo mal con la equis porque de éstas sólo atina a interesarme lo porno. Ryanair es una compañía pornográfica que se traduce en low cost, de bajo coste. Hay formas legales de robar a los incautos sin tiempo como yo que se creen que se puede volar barato cuando te va a salir más caro. Oigas. Dígame Marta (la chapa de la susodicha pone Marta). Su maleta. Pasa del peso contratado. Flipo. Oiga, traigo lo mismo que en el vuelo de ida. Dos libros de novela negra, que ni es negra ni nada, apenas son 500 gramos. Mi ropa ha engordado cinco kilos que se penalizan a razón de 21 euros por kilo. Pago, o me quedo en Casa Zúñiga. Pero Madrid no puede esperar porque es 15 de agosto. Día de las vírgenes. Lo que no me dice Marta son dos cosas: su teléfono y que puedo llevar en mano hasta diez kilos. Es decir, que pago extra por llevar cinco kilos de menos. Ole yo. Ole ella.
Quince de agosto hacia Madrid con Ryanair. Miro abajo y no se ve nada. Lo que no se ve son los toros multiplicados por la geografía que va desde Dax y Beziers hasta el puerto de Santa María.
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