Sí, son cuatro gatos y dos perros pero están muy organizados. Y los dos o tres cabecillas, con el holandés Peter como activista general, traen de cabeza a millones de aficionados a los toros. Cuando pasa esto es que algo falla en el sistema de defensa de la afición. Y más si a esto unes algo que hemos venido censurando desde hace años pero que no pierde vigencia. Las televisiones, con un pseudoperiodismo que vende píldoras efectistas, ocupan la mayor parte de un telediario en chispazos llamativos que permitan a la postre una audiencia que no desdiga de la competencia. Y ahí los toros tienen su otra condena. Y pasan dos cosas. Una, ya muy cantada, que dediquen más tiempo a cuarenta protestones que a diez mil que entran en la plaza. Esa desigualdad es una de las injusticias del periodismo-venta-audiencia como sea.
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