TARDES PARA EL RECUERDO
Capea y CumbreñoCapea y Cumbreño

Capea, Cumbreño y su consagración en Las Ventas

Redacción APLAUSOS
miércoles 16 de junio de 2010

Este jueves se cumplen treinta y cinco años de la mítica faena de Pedro Gutiérrez Moya “Niño de la Capea” a Cumbreño, aquel astifino toro ensabanado de Manolo González con el que el diestro salmantino se encumbró definitivamente en el toreo.

Era la vigesimoprimera corrida de la Feria de San Isidro de 1985. El lleno era total y el tiempo primaveral aquel martes 4 de junio. En el cartel, junto a los toros de Manolo González, Manolo Cortés, Manzanares y el Niño de la Capea. No fue la tarde de los dos primeros, pero sí la del espada charro, que llegaba precedido del gran ambiente que dejó en su anterior comparecencia, el 23 de mayo, cuando paseó una oreja y se le pidió con mucha fuerza la segunda tras una magistral faena a un toro de Sepúlveda.

Ese día de mayo bordó el toreo pero la consagración definitiva llegó el día 4 con Cumbreño. Así describió aquella tarde en APLAUSOS José Luis Suárez-Guanes: “Esta ha sido la tarde cumbre del Niño de la Capea. Si en su momento, para mí, había hecho la mejor faena de la feria, ahora ya no cabe duda de que es el triunfador absoluto. Mucho tendrían que cambiar las cosas para que le arrebatasen ese galardón. El Niño de la Capea ha estado importante. Repito que México, el toro azteca, ha macerado su toreo. No sólo lo ha templado, sino que le ha dado esa longitud eterna de largura, de hondura, de profundidad, que ha asombrado esta tarde a la mudéjar plaza de Las Ventas, que se ha rendido ante este torero que está en un momento arrollador. Pedro ha salido por la puerta grande sin que hubiera ni una sola protesta. La feria de 1985 es suya, sólo suya. Y el trono actual del toreo está en sus manos. Que lo conserve…”.

Media del diestro salmantino al toro del éxito.

“Pedro -prosigue la crónica- ha estado cumbre con el toro Cumbreño, que tenía el sino de elevar a la cima más alta a este salmantino. Y además, cuando suenan los ecos de la retirada de Antoñete, ha cuajado su faena a un toro ‘salpicao’ con ribetes de blanco. Cumbreño, el semitoro blanco del capea, una faena para el recuerdo. Más emotiva que la también histórica a “Intendente”, de Sepúlveda, unos días atrás. Más meritoria, pero menos artística, la realizada a este toro de Manolo González. Pero ambas de suma importancia, de consagración plena”.

Triunfal salida a hombros del Capea.

Entrando en materia, analizando con mayor detalle su labor al toro del triunfo -sexto de aquella jornada-, escribe Suárez-Guanes: “Cuidó al sexto en grado sumo. Salitas colocó una vara estupenda y fue largamente ovacionado. Capea pidió a su varilarguero que simplemente le señalase en los dos siguientes embroques. Y llegó la faena. Tras las pruebas pertinentes, una buena serie de redondos rematados con el de pecho. Otra segunda extraordinaria en la que consiente al animal y alarga el muletazo y no es óbice para que Pedrito alargue el pase hasta el infinito tras aguantar impávido. Y llega una gran serie de naturales y un kikirikí barroco y arrogante, y después otros redondos serenos, pausados, tirando de una res que no tiene suficiente acometida, pero que va creando este torero con su poder taumatúrgico. Y otra vez la estocada recibiendo final. Parecía que Cumbreño no lo iba a admitir, pero lo hace porque Pedro lo somete hasta el fin y le hace ir hasta donde quiere, hasta que cae a sus pies. Y la apoteosis es enorme. Y su nombre está en boca de las gentes cuando traspasa la puerta grande en loor de multitud porque tú, Pedro Moya “Niño de la Capea”, has hecho una feria histórica: cincelaste una extraordinaria faena el otro día con temple y despaciosidad y esta tarde has asombrado por tu valor, por tu poderío. Las puertas del olimpo taurino, de los elegidos, se te han abierto para siempre y como vivimos del recuerdo, si llegamos a la tercera edad, diremos aquello: ¡Qué feria de San Isidro la del Niño de la Capea en 1985!”.

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