La revolera

Sin casta no hay corrida

Paco Mora
viernes 27 de abril de 2012

Qué difícil es escribir sobre una corrida de toros cuando no hay apenas nada bueno que decir de ella, o lo que se puede decir no beneficia a quienes tantas esperanzas ponen...

Qué difícil es escribir sobre una corrida de toros cuando no hay apenas nada bueno que decir de ella, o lo que se puede decir no beneficia a quienes tantas esperanzas ponen en su lidia nada menos que en la Feria de Abril de Sevilla. Yo sé que el más disgustado ahora mismo con los de Jandilla de esta tarde es Borja Domecq; un ganadero de raza que lleva muchos años trabajando en el intento de perfeccionar las condiciones del toro bravo para que sirva al espectáculo que espera el público que asiste con la ilusión de divertirse.

Pero hay que rendirse a la evidencia. La falta de casta es el mal común del ganado bravo en la actualidad. Y se me antoja que sólo en esa carencia puede tener su origen que toros hermosos, bien criados y mejor cuidados durante casi cinco años, desde que nacen hasta que salen por las puertas de toriles a una plaza de toros, no aguanten siquiera veinte o veinticinco muletazos. Los toros, como cualquier ser vivo, tienen la base de su resistencia ante el dolor, el esfuerzo e incluso la adversidad en esa facultad de venirse arriba que da la raza y se llama carácter. Y lo cierto es que toros que parecen que van  a ser colaboradores de grandes faenas, al quinto o sexto muletazo se vienen abajo y entregan la cuchara renunciando a cualquier clase lucha. Así está ocurriendo esta Feria de Sevilla salvo en honrosas excepciones como la corrida de Fuente Ymbro, alguno de Montealto, Victoriano del Río e incluso uno de Daniel Ruiz que se fue inédito al desolladero.

Lo triste es que El Cid, Castella y Talavante han  estado bien, cada uno según su tauromaquia, mientras lo que tenían delante valía la pena llamarle toro de lidia. Tanto toreando como con la espada. ¿Qué no hubieran hecho de haberse enfrentado a una corrida de toros bravos y encastados capaces de aguantar, metiendo la cara y empujando hacia adelante, siquiera veinticinco muletazos?

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