En el segundo toro de su lote, quinto de la tarde, David Mora se reencontró con la verticalidad perdida en el fragor del combate por el triunfo que está siendo para él...
En el segundo toro de su lote, quinto de la tarde, David Mora se reencontró con la verticalidad perdida en el fragor del combate por el triunfo que está siendo para él esta temporada. El de Borox protagonizó un inicio de faena, a un toro de Alcurrucén de bravura, temple y nobleza poco usual, de esos que quedan para el recuerdo, con la planta quieta, erguida la figura y cimbreante la cintura. Mora recibió al morlaco en el centro del ruedo administrándole los muletazos más templados y cadenciosos que le he visto desde que tomó la alternativa.
Ese era el David Mora que nos ilusionó a los aficionados de Albacete hace ya muchas ferias, cuando se presentó como novillero. Aquella faena se quedó en la memoria de la plaza albaceteña y le abrió un crédito sin fecha de vencimiento a su autor. Ahora, tantos años después, los tendidos volvieron a crujir con el arte del toledano como aquella tarde novilleril. ¡Ay, si Mora se decidiera a seguir el camino que trazó ayer tarde con la muleta en ese quinto toro! De hacerlo, es muy posible que no se viera obligado a partirse el alma una tarde tras otra para abrirse camino. Sería otro ritmo, otra velocidad, pero también otra categoría. De momento yo me quedo con el recuerdo. Y la confianza de vérselo hacer otras tardes en el futuro…
