Los de Escolar han sido serios, bien presentados y aptos solo para toreros altamente preparados y dispuestos. Rafaelillo, Robleño y Aguilar lo han intentado con suerte varia.
La primera vez que Rafael El Gallo presenció una ópera, su comentario al salir fue: “Hay genta pa tó.” Su entusiasmo fue tan perfectamente descriptible como el mío cuando veo lidiar una corrida de Don José Escolar. ¿Que son toros con toda la barba? ¡Qué duda cabe! Qué tienen su lidia es evidente, pero no la lidia a la que están acostumbrados los públicos de estos comienzos del siglo XXI. Claro, que si hay un público para ese tipo de corridas también tiene derecho a poder disfrutar de ellas, siempre y cuando no exija las series de seis o siete naturales y el de pecho sacándose la cabeza del burel por la hombrera. Y eso que los “escolares” de hoy, salvo el primero que no tenía un pase y el cuarto, muy bravo, que los tenía pero era muy difícil dárselos, han pecado más bien de pereza en sus parcas y cortas embestidas. O sea que en general, ni malas intenciones ni la fiereza de otras ocasiones, lo cual no quiere decir que hayan sido cómodos -maldito palabro aplicado a un toro de lidia- para los toreros. Es otro tipo de toro muy respetable, como lo es el encaste de Albaserrada de donde procede. Y los encastes deberían ser preservados como oro en paño pues son historia de la Fiesta.
Los de Escolar han sido serios, bien presentados y aptos solo para toreros altamente preparados y dispuestos. Rafaelillo, Robleño y Aguilar lo han intentado con suerte varia. Se han visto hoy en Las Ventas toros distintos y toreros queriendo, pudiendo unas veces y otras no, pero no triunfos apoteósicos. Con la profesionalidad y la presencia de ánimo había bastante, y eso no se les puede negar a los tres actuantes y sus cuadrillas.