La Pincelada

De aquella Barcelona que fue… al desamor

José Luis Benlloch
martes 10 de agosto de 2010

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Semana de dolor y espinas. Els segadors suena triste y melancólico. La Barcelona cosmopolita y tolerante se desangra a chorros. Yo crecí admirándola. Barcelona era el mundo moderno, vanguardia para pensadores y currantes, una ventana a la democracia, meca de soñadores, la tierra que mantuvo despierta la ilusión por vivir de muchas gentes. Todos cabían, todos cabíamos en Barcelona. Desde el Chino al Liceo, desde el Camp Nou a la Monumental, en sus teatros, en sus cines, en sus ramblas, en sus fábricas, los mejores habitaban en Barna y competían desde Barna. Era el otro modelo, la otra sociedad. Competencia sana, caballerosa, ciudad de acogida, tierra abierta a todas las culturas ahora convertida en la seu del prohibicionismo: una minoría sectaria la tiene secuestrada. O estás con ellos o contra ellos y fomentan un radicalismo agrio y destemplado que desenamora.

El último capítulo de esa guerra santa se ha perpetrado en el Parlament en una gran ceremonia de la confusión. Un pasteleo de pasillos, pactos y tratos, yo te doy y tú me das, hoy por ti, mañana por mí, compro, vendo, alquilo… política de campanario, compadreo de baja estofa. Posiblemente hubiese bastado con un poco más de tiempo, otro giro de tuerca a la presión fiscal, cuatro gotas más de indiferencia política y adiós toreo… lo mismo que habían hecho en el resto de Cataluña, pero querían ganar ya, querían la foto de la victoria, la firma y el regodeo y montaron ese número. Un nuevo entierro, el penúltimo, de lo español. Ahora los amantes del toreo tenemos la esperanza puesta en una reacción de la sociedad civil. De la catalana y la española en general.

En las calles de Barcelona no se siente ese radicalismo y es un alivio. Los grandes medios nacionales han dado un paso al frente, ese es otro alivio y uno de los grandes hallazgos de esta crisis. Conmovedor por su generoso y alto nivel, el despliegue de El Mundo, ABC, La Razón… con su batería de columnistas en primera línea, defensa y ataque razonado e imaginativo, ha sido un lujazo y un orgullo, una prueba más de que el toreo tiene defensa. Un rearme ideológico de gran magnitud. Definitivamente clarificadora ha sido la postura de El País, con alguno de sus críticos haciendo el papel de un troyano cibernético bajo la bandera de un purismo panfletario. Abominable, esperemos que los resultados de la encuesta del último domingo les haga cambiar de posición. Y patético en su intencionalidad, malicia y falta de rigor, Público, uno de los incendiarios de la cuestión.

Sorprendente para muchos pero muy reconfortante la fuerza social de la Fiesta, la respuesta a esta patraña ha sido un huracán que ha barrido España con mano de santo si me permiten la ironía. Durante tres, cuatro días y sigue, en la España de Zapatero ha desaparecido la crisis, el paro, los grandes accidentes, la corrupción y demás plagas… la confusión y el humo de la patraña lo envolvieron todo. Memorable el cinismo político de los anti, fundamentalmente de alguna gente del PSOE: desde el Yo no he sido de Montilla, que pidió moderación y recordó que había votado en contra de la ley que él mismo había dejado crecer, al sorprendente No lo politicemos de Chaves -¿no puede ser cierto lo que oímos, a quién se referiría, qué es el Parlament si no política…?- pasando por la ambigüedad de muchos ministros que dejan entrever apoyo y le comen la oreja al toreo, siempre desde una postura personal y aquellos otros, incluido el presidente, que piden respeto a las instituciones y a las opiniones ajenas que en realidad son las suyas y dan largas a la espera de sí se sabe qué. Tiempo y ocasión han de tener, y no tardarán, para definirse.

En cualquier caso no se avergüencen de ser aficionados. Sacúdanse los complejos, nosotros pedimos libertad y respeto, no hay valores más nobles, muchos hicimos del No nos moverán una filosofía de vida para que ahora se pueda gozar de libertad en este país -parte de la cual nos quieren quitar- y además… además somos capaces de jerarquizar los valores, porque no es lo mismo un niño en la guerra que un toro en la plaza, no es lo mismo un subsahariano en una patera apostando a vida o muerte que un toro en la plaza. Hablemos del dolor de un padre de familia a las puertas del INEM, de la falta de presupuesto para investigación, de las listas de espera hospitalarias, de educación, de las libertades de Cuba, de Venezuela… y luego hablemos de toreo. Y es que en esta España de pronto ¡qué cabrones! parece que sólo existe el toro. Los totalitarios, díganles fachas, los casposos, los hipócritas que sólo ven lo que les interesa no somos nosotros, son ellos, los mismos que han pasado, quieren pasar, del pan y toros al sin pan y sin toros. Pero todavía no lo han conseguido.

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