Voces de tendido

En Cultura y en Interior

Carlos Crivell
viernes 20 de agosto de 2010

No me apetece entrar en el debate sobre si los toros deben estar en Cultura o en Interior. Creo que la tauromaquia es cultura por todos los lados que se la mire. Creo que los toreros son artistas…

No me apetece entrar en el debate sobre si los toros deben estar en Cultura o en Interior. Creo que la tauromaquia es cultura por todos los lados que se la mire. Creo que los toreros son artistas. Pienso que estar en Cultura no es contradictorio con el mantenimiento de unas normas destinadas a presentar un espectáculo puro y sin artimañas. Se puede estar en Cultura y seguir bajo las directrices de una normativa que vigile el cumplimiento de unas premisas necesarias para acreditar una Fiesta grande y pura. Es decir, hace falta una norma, ley o Reglamento que garantice la integridad de todos los procedimientos que anteceden, ocurren y siguen a la corrida de toros.

El debate actual es bueno. Creo que es necesario acudir al Tribunal Constitucional, sólo me pregunto quién dará el paso. También la declaración de Bien de Interés Cultural es un paso importante para conseguir una defensa futura ante nuevos intentos de eliminar el toreo de otras comunidades. Todo eso está bien. Es bueno que los toreros se reúnan y quieran hablar con la ministra de Cultura (aunque ello suponga un duro varapalo para la Mesa del Toro, al tiempo que deja claro la división existente entre las dos asociaciones de toreros existentes).

Todo esto es fundamental, pero hay algo que parece que los taurinos no comprenden. Además de estas acciones, es preciso lavar la cara de la Fiesta para evitar espectáculos denigrantes que dejan en mal lugar a quienes, con pureza de sentimientos y buenas intenciones, defienden la autogestión de la propia Fiesta.

El pasado domingo los taurinos dieron una penosa imagen en El Puerto. En definitiva, se trataba de lidiar una miserable corrida de Zalduendo, absolutamente impropia del coso portuense. Y la guerra de los corrales fue sólo un pulso para meter reses menos ofensivas. Como la autoridad se mostró inflexible, al final no tuvieron más remedio que torear. Así no se puede aspirar a dirigir la Fiesta, porque si en Interior ocurren estas cosas, ¿qué puede suceder sin la tutela de una autoridad competente? De manera graciosa se habla de los caprichos de los guardias de la porra. No digo que no haya alguno que se exceda o se comporta con chulería, pero estoy convencido, porque los conozco, de que algunas actitudes de determinados taurinos son también repulsivas.

Ese mismo día la televisión de Andalucía televisó el indulto de un toro. Fue otro golpe de mano contra la credibilidad del toreo. En una crónica de Huesca de la corrida del miércoles 11 de agosto publicada en ABC, Ángel González Abad se indigna ante la indecorosa presencia de los toros de Zalduendo, la actitud escasamente comprometida de la terna y llega a la conclusión, con verdadero acierto, de que los hombres del toro tienen dos caminos: o el del todo vale, o el de ofrecer una imagen seria del segundo espectáculo de masas de España. Es decir, dice el cronista que está bien luchar por estar en Cultura, por pedir libertad para que haya toros en todas partes, por reclamar la mayor ayuda a la Fiesta, pero que los protagonistas tienen que implicarse para ofrecer una corrida más completa y no ofrecer tantas tardes una imagen de nulo compromiso con su profesión. Antes que pedir, o al mismo tiempo, el toreo tiene que mejorar muchas asignaturas pendientes que están dañando la impresión que se tiene de sus protagonistas.

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