Tribuna pública

Efectos adversos de los atentados a la felicidad

Enrique Sierra
martes 24 de agosto de 2010

Para ser feliz se debe gozar como mínimo de “salud, dinero y amor”. El letrista de la copla olvidó sin embargo la paz interior y la exterior. Si estas se alteran no hay felicidad…

Para ser feliz se debe gozar como mínimo de “salud, dinero y amor”. El letrista de la copla olvidó sin embargo la paz interior y la exterior. Si estas se alteran no hay felicidad. Todo ser humano medido como voto potencial por los que viven de él, tiene detrás un alma y una sensibilidad. La pérdida de algo querido, amado -ser, cultura, arte, cosa, etc – desencadena emociones negativas y sufrimiento. Si es inevitable, aunque con cierto grado de rechazo, la racionalidad acaba por aceptar la ausencia con el tiempo y se buscan o llegan automáticamente mecanismos de protección y aceptación de lo inevitable. No obstante cuando lo arrebatado o cambiado es por un simple hurto, o incluso por mecanismos legales u otros de “reglamentación” democrática, las reacciones nunca son de conformismo sino de indignación por la impotencia y a la vez de tristeza por la difícil reversibilidad. Síntomas asociados en mayor o menor medida son el insomnio, el nerviosismo fácil, el estado de ánimo deprimido, desilusionado, la apatía, la pérdida de capacidad y de productividad, pesadez generalizada, faltas de aire con suspiros, caídas en depresiones antes compensadas, diarreas, indigestiones, hinchazón abdominal, palpitaciones, taquicardias, etc., etc.

El triunfante abolicionismo en Cataluña, cuya estrategia se remonta a 1988 ha sido “un paseo” de los vencedores que no tendrán esos trastornos, porque para tenerlos entre otras cosas hay que tener humanidad y ellos, dicen, defienden como prioridad que justifica el resultado, los derechos del toro bravo de lidia, sólo en la plaza, demostrando una vez más que concretamente este singular bóvido, fruto humano de mestizajes y mutaciones que dan sentido único a su existencia, hasta en eso es un animal privilegiado en la faz de la tierra. ¿Y los demás?

Además de las muchimillonarias -¡en euros!- indemnizaciones a los actores de la Fiesta en Barcelona perjudicados laboral y económicamente, los daños morales y físicos sobre los “simples” enamorados del fenómeno taurino también podrán demostrarse y deberán al menos compensarse, que no curarse más que si les devolvieran lo eutanasiado.

Tal es el amor de esas personas a lo que les han quitado, de momento, democrática pero también burlescamente y con falaces justificaciones. Téngase en cuenta.

Enrique Sierra GiL (*)

(*) Médico. Asiduo asistente y aficionado a los toros desde hace 60 años. Cirujano Taurino hace 20 años. Director de la enfermería de la Monumental de Barcelona desde 2006.

Síguenos

ÚLTIMAS NOTICIAS

Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando
Cargando