“Gana fama y échatea dormir”, dice un viejo refrán español. A Juan José Padilla le ha ocurrido al revés; que se ha hecho con fama de legionario y lleva tropecientos años tragándose lo más duro e incómodo de la ganadería brava…
“Gana fama y échatea dormir”, dice un viejo refrán español. A Juan José Padilla le ha ocurrido al revés; que se ha hecho con fama de legionario y lleva tropecientos años tragándose lo más duro e incómodo de la ganadería brava, para lo cual hay que estar muy despierto. Y tan contento, porque esos toros le han permitido hacerse rico, duro a duro y cornada a cornada pero rico gracias a Dios. Todo no iba a ser tragar gayumbadas del tío picardías.
Pero de vez en cuando un regalito de esos que sus amos venden por el miedo que hacen pasar y no por bravos ni nobles, se equivoca y le mete la cara. ¡Ay amigo! Porque entonces el bueno de Padilla encaja los riñones, lo engancha del hocico con los vuelos de la muleta y le da naturales de algodón en rama y derechazos de trazo interminable. Todo ello con la suavidad y lentitud que imprime al toreo quien sabe bien lo que es el temple. Eso le ocurrió a Padilla el domingo día 5 de este mes en Albacete con un cuarto toro de Cebada Gago. El único que no salió manso y queriendo cazar mosquitos al vuelo. Y todo ello con excelente colocación, cruzándose al pitón contrario, ganándole un paso a cada muletazo y pasándoselo muy cerca.
Que no toree muchos como al susodicho “cebada”, porque si lo hiciera Padilla dejaría de ser Padilla y los “cebadas” y similares dejarían de ser el “coco” de los ruedos. Dejemos a Padilla en paz, que “ca uno es ca uno y tiene sus caunás”. Pero, ¡vaya pedazo de torero que lleva escondido, debajo de la coraza de legionario de los Tercios de Flandes!