La revolera

Los Parladé cantan la gallina

Paco Mora
miércoles 22 de abril de 2015

Los Parladé lidiados en Sevilla han sido la prueba del algodón para Juan Pedro Domecq (hijo). El encierro (excepto el último) adoleció de falta de bravura y casta.

“La corrida debe confirmar mi trabajo en la ganadería en la última década”, había declarado el ganadero por la mañana. Los Parladé lidiados esta tarde en Sevilla han sido, por tanto, la prueba del algodón para Juan Pedro Domecq (hijo). El primero, con el que el extremeño José Garrido debía ser doctorado, se llamaba “Lengualarga” y su comportamiento fue una premonición de la razón que asistía a Alonso de Quijano cuando dijo aquello de “al buen callar llaman Sancho”. Fue devuelto a los corrales como el segundo del padrino Enrique Ponce. El encierro (excepto el último) adoleció de falta de bravura y casta. Todo se les iba en buscar las tablas y en huir de la muleta.

La nota más negativa de la tarde la ha dado la “claque” que siguió a Garrido desde su pueblo natal, confundiendo La Maestranza con la plaza de Picamoixons. Se empeñaron en echar el primer toro para atrás, con la colaboración de los miembros de la cuadrilla del toricantano, con una falta total de respeto al público y a la presidencia. Si por no gustarles a los toreros de turno se pudieran devolver los toros, todos los de la larga y tediosa tarde hubieran desfilado hacia los corrales apenas comenzaron a demostrar su mansedumbre.

Una alternativa pues, la de Garrido, sin pena ni gloria por falta de material adecuado para el triunfo. Lo podría haber arreglado en su segundo, bravo y encastado, pero le faltó la experiencia necesaria para dominarlo y meterlo en la muleta. Y no por falta de valor ni de afán de triunfo. Sencillamente no pudo con él y eso pasa cuando un torero con poco rodaje se encuentra con un toro así. El destino ya le había castigado en el de la alternativa, con un sustituto del devuelto que además de menos calidad tenía una evidente cojera.

Ponce no tiene suerte en los sorteos en Sevilla. Así y todo en cuarto lugar se inventó un toro inexistente con el que ofreció un curso de sapiencia y vergüenza toreras. Castella anduvo en su primero con su hierática quietud y su toreo serio y comprometido. Con más acierto con la espada habría tocado pelo. Pasa el torero galo por un buen momento… y Ponce por un siglo importante. Casi tres cuartos de plaza dieron a los tendidos un aspecto menos desolador que otras tardes. Demostrativos de los toreros que tiene tirón y los que no. Retirémonos a deliberar.

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