Tras los triunfos de Morenito y López Simón, falta comprobar si las empresas van a continuar rindiendo tributo a lo establecido como norma, en beneficio de unos pocos, o van a respetar los esfuerzos realizados con casta y orgullo de toreros machos.
Morenito de Aranda ya no es ni una promesa ni una novedad, porque hoy se ha consagrado en Madrid como una gozosa realidad, con un zambombazo incontestable. Su faena al “montealto” jugado en quinto lugar, de una tarde en la que la sombra de la tragedia ha sobrevolado en varias ocasiones la arena de Las Ventas, ha demostrado que es un torero de grandes calidades, un valor innegable y merecimientos sobrados para navegar entre los mejores en las ferias más importantes de la temporada. Torero cuajado y decidido a hacerse con el puesto de privilegio que le corresponde en el toreo, Morenito de Aranda ha vivido hoy esa resurrección que tanto tiempo viene soñando. Paso, pues, a una figura del toreo. Entre tanto “quiero y no puedo” como revolotea por esas plazas de Dios a la espera de una oportunidad que nunca llegará, el de Aranda pide paso como un tren de alta velocidad. Se acabó para este torero la filosofía del baturro del cuento: “Chifla, chifla que como no te apartes tú, yo no me aparto”. El dos de mayo, vestido de goyesco, en Madrid y ante una corrida de toros de las que les suelen arrugar el ombligo a los que juegan a toreros, se ha ganado el derecho a ser tenido en cuenta y respetado. Ahora empieza la guerra de los despachos. Ahora vamos a ver si en ellos continúan mandando los intereses creados, o jugársela de veras y demostrar categoría de figura ante toros de verdad vale para algo.
López Simón, un tío con toda la barba, ha salido también en hombros pero hacia la enfermería, pero eso sí, con dos heroicas orejas en el esportón. Otro que se ha cansado de esperar inútilmente. Esto se mueve. Falta comprobar si las empresas van a continuar rindiendo tributo a lo establecido como norma, en beneficio de unos pocos, o van a respetar los esfuerzos realizados con casta y orgullo de toreros machos. Con Ángel Teruel, la mala suerte se cebó una vez más y deberá seguir persiguiendo su buena estrella, que en algún sitio y momento estará. Digo yo…
