Yo no le daría nota de suspenso al encierro de Ibán, porque de salida todos han sido bravos y con un notable grado de nobleza, lo que ocurrió es que llevaban incorporado un depósito de gasolina de menos capacidad de lo que necesitaban sus chasis.
El célebre Bastonito, con el que luchó cuerpo a cuerpo Cesar Rincón en una de sus grandes tardes en Madrid, marcó para siempre el hierro de Baltasar Ibán. Esta tarde, sobre el ruedo de Las Ventas ha gravitado la sombra de aquel toro de fiereza sin igual, al que venció el colombiano de oro en singular combate. El recuerdo de Bastonito les ha robado el protagonismo a Robleño, Serafín Marín y Luis Bolívar. Aquel toro fue uno entre mil y los que han ido a la plaza de la calle de Alcalá esperando reencontrarse con él puede que hayan salido decepcionados, pero yo no le daría nota de suspenso al encierro de Ibán, porque de salida todos han sido bravos y con un notable grado de nobleza, lo que ocurrió es que llevaban incorporado un depósito de gasolina de menos capacidad de lo que necesitaban sus chasis y se acabaron enseguida.
Quizás con corridas que de inicio sacan un fondo de bravura interesante, los toreros deberían aplicar aquella fórmula magistral del cada día mas recordado Antoñete, pronto y en la mano, en vez de perder las primeras embestidas en probaturas y aparcamientos que al final no sirven de nada. Porque Robleño ha estado hecho un jabato, como siempre, Serafín Marín se produce como un torero cuajado capaz de fajarse con todo lo que salga de los chiqueros y a Bolívar voluntad no le ha faltado, pero los tres se han quedado sin toro antes de acabar de diseñar sus respectivas faenas. En plena ejecución del boceto, vamos. El último, un sobrero de Torrealta, no ha hecho mejores a sus antecesores los hermanos de pasto de Bastonito.
