Su última entrevista en Aplausos

Querido Limeño

José Luis Benlloch
viernes 18 de diciembre de 2015

Era el invierno de 2005. José Luis Benlloch se citaba con Pepe Limeño en su Sanlúcar del alma para una entrevista. Aquel encuentro fue mucho más que eso. Los sentimientos, las vivencias, la gloria y también los peores momentos de la vida del querido maestro gaditano tuvieron su sitio en el texto que reproducimos a continuación. Todo un tratado del toreo, en realidad un tratado de vida.

Es de los toreros mejor y más queridos en su tierra. Ahí está el monumento que Sanlúcar le puso en vida. Ni a las más grandes eminencias se les rinde semejante culto. También fue uno de los toreros peor tratados por el sistema. Ahí está para demostrarlo el escaso premio que tuvieron sus tardes más gloriosas en Sevilla. Y ahí está esa historia negra en la misma Maestranza, tarde de feria alternando con las máximas figuras, en la que nadie se puede creer que hubiese sorteo, aunque nadie salvo el propio torero denunció. “Si me hubiese callado me hubiesen dado la escoba para barrer la Maestranza, así que denuncié lo que todos sabían y todos callaban”. Aquellas declaraciones en la caseta Pineda fueron su ruina profesional. “Usted verá lo que dice, ya es mayorcito” le advirtió amenazante el gobernador de turno. Aún así habló para defender su orgullo y su honra a costa de que le hicieran perrerías. Ahora no quiere revolver la historia, muchos de aquellos protagonistas son sus amigos, pero tampoco la niega. Ese es el talante de Pepe Limeño, el torero de Sanlúcar, el de los miuras, el de las noches en la marisma…

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Hay cifras que apabullan. O deberían apabullar. Por ejemplo, cuatro Puertas del Príncipe, cuatro. Tres de ellas tras matar la corrida de Miura durante tres ferias de Abril seguidas. Digámoslo de otra forma, cuatro puertas del Príncipe y catorce orejas en Sevilla. Eso sin contar otras grandes tardes, por ejemplo la de su mejor faena en la misma Sevilla porque Sevilla no hay más que una, que luego malogró con la espada, y alguna que otra oreja más como la tarde de la presentación. Era para apabullar y no apabulló. O para hacerse rico automáticamente que también es conveniente. Y no se hizo. En la realidad aquellos triunfos apenas le sirvieron para torear lejos de Sevilla. Qué malos negociantes fuisteis, José.
-No es eso, yo diría que fue cuestión de suerte.
-De mala suerte.
-Eso. Yo tenía una exclusiva con Canorea y Canorea estaba enfadado con la empresa de Madrid, con Livinio, así que me quedé sin ir a Madrid ni a las plazas del norte. Eso es lo que pasó. Fue una cuestión de carácter por mi parte y por parte de Canorea. Esas cosas ya no pasan.
-¿Lo de las cuatro Puertas del Príncipe?
-Ni lo de las cuatro puertas ni el no ir a Madrid ni al norte después de triunfar tan fuerte y tantas veces en Sevilla. Hoy van a Madrid toreros sin esos triunfos. Toreros que apenas han toreado media docena de corridas o menos, los ves anunciados en la feria. Hay más campo, dan más cuartel. Un caso como el mío sería inimaginable.
-¿Y la suerte en el ruedo?
-También influyó. Fui a Barcelona y un toro de Pablo Romero me partió la clavícula. Fui el año siguiente, la misma fecha, con otra de Pablo Romero y me volvieron a partir la clavícula. Fíjate si influye la suerte. Descabellando al segundo, echó la cara arriba cuando yo bajaba el brazo y sin cogerme, como no debía estar bien consolidada la fractura, me la volvió a partir. En cualquier caso en ese momento no estaba puesto ni en Madrid ni en ninguna feria del norte, solo en Pamplona donde fui dos años. No salí más de por aquí.
-¿Pepe, miras hacia atrás y te gustas, serías partidario de Limeño?
-Cada vez más. Eso que hemos contado no lo ha hecho nadie. Y lo logré sin andar de rodillas, ni besando la arena, sin llorar…. Bueno, llorar sí lloré, cuando le pillé las dos orejas a un toro por primera vez en Sevilla se me saltaron las lágrimas, pero cuando me las dieron, antes no.
-Así que te miras y te gustas.
-Me tengo que gustar, me tengo que reconocer que tengo dos cojones… porque todo eso lo logré sin tener valor.
-¿Sin valor?
-Sin valor. A mí me clasificaron como torero de valor pero es que no tenía más cojones si quería estar ahí, pero en realidad yo nunca fui un torero de valor.
-¿Entonces?
-Es que al final el valor es estar fuerte y querer, y querer… si tú quieres una cosa la consigues. Como el tío se disponga,… y tenga ciertas condiciones, lo consigue. El valor lo dan la seguridad, la técnica, las ganas, los deseos, el amor propio….la voluntad. Todo eso genera una lucha interior muy fuerte y si la ganas, es el valor. Por eso cuando pierdes el sitio o la técnica pierdes el valor. Otra cosa es el valor a ciegas, eso no es nada o en todo caso es ignorancia.
-Muchas de esas cualidades sí me consta que las tenías, luego según tu razonamiento sí tenías valor.
-Pero imponiéndome, José, imponiéndome, a base de superar esa lucha interna.
-¿Valiente valiente a quién viste?
-A muchos toreros. He visto a Manili, a Benjumea… Ostos también lo fue o al menos lo parecía. Él era de los que se enrabietaba y presumía de valiente, creo que se peleaba con él mismo y que tenía menos valor del que él decía pero la verdad es que tenía su amor propio y se justificaba en la plaza. Yo lo vi muchas veces muy valiente, mucho.
-Luego era valiente.
-Mucho. Yo he visto muchos toreros valientes, en realidad a todos, unos más y otros menos, pero valientes son todos. Hasta los más medrosos llega un momento que han dado la cara… mira las cosas que han dicho de Paula, pues para mí es un torero de valor. No se puede decir que un hombre es medroso y hacer las cosas que hacía Paula en sus condiciones.
-Hablemos ya del arte.
-Yo no fui un exquisito pero tampoco creo que no lo tuviese. Para cortar cuatro orejas en Sevilla alguna calidad debía tener.
-Revélanos el punto débil.
-Lo que sí necesitaba era calentarme. Por mi estatura y por mi manera de ser, porque cualquier cosa me afectaba mucho en mi ánimo, he necesitado mucho del ambiente y de enfadarme conmigo mismo. En ese momento, en esas circunstancias, partía moldes, pero en ocasiones me mostraba un poco apaticón, sosón… necesitaba del ambiente, que me arreasen, me tenía que enfadar conmigo mismo.
-Estábamos con las de Miura en Sevilla.
-Al que mejor toreé no le corté las orejas. Fue el año sesenta y cinco. Lo pinché y me quedé sin las orejas y con una crónica preciosa de Cañabate. Ese fue el que mejor toreé. Alterné con Miguelín y con José Julio que no tuvieron suerte y a ellos el Caña les dio fuerte.
-¿Y de los que les cortaste las orejas, ferias del 68, 69 y 70?
-De los que me abrieron la Puerta del Príncipe la mejor faena se la hice a Romanito, el primer Miura al que le corté las dos orejas. Fue un buen toro. También me salieron toros complicados lo que pasó es que en aquel momento al complicado también lo toreaba. Y lo mataba. Ten en cuenta que para cortar todas esas orejas hace falta torearlos y también matarlos. Se tienen que juntar muchas circunstancias favorables y se juntaron esas tardes de la misma manera que después se juntaron para mal.
-¿Después de todos esos triunfos hay que entender que te unieran a los miuras para siempre?
-En total maté veintisiete corridas de Miura. Me encasillaron. El segundo año de alternativa, en el sesenta y uno, ya la maté en Sevilla. Recuerdo que a esa corrida fue Franco. Corté una oreja, la única que se cortó ese día, y de ahí para adelante. Creo que la única tarde que no corté oreja fue esa de la crónica de Cañabate.
-¿Y uno no se podía rebelar?
-Era difícil. O lo aceptabas o si te descuidabas te quedabas fuera. Yo toreaba la de Miura pero también llegué a torear otras. Un año toreé tres tardes en Sevilla, pero era muy difícil. Ten en cuenta que entonces se daban diez corridas en Sevilla y había cuarenta figuras del toreo. En Madrid había doce corridas de toros, tengo yo el cartel, fue el año que fui a confirmar, y Ordóñez toreó seis tardes, seis de doce. De esa manera se tenían que quedar en la calle veinte grandes toreros.
-José Fuentes aseguraba en estas mismas páginas que muchos del se­gundo grupo de entonces serían figura hoy día.
-Seguro, seguro. Mira, en la provincia de Cádiz en cada pueblo había un torero que movía doce mil personas y se daban dos corridas en Jerez. Ahora se dan cuatro. En El Puerto se daban tres, ahora se dan ocho o diez.
-Nombres.
-Corbacho en La Línea, Miguelín en Algeciras, Emilio Oliva en Chiclana, Rafael Ortega en San Fernando, Mondeño en Puerto Real, en Jerez estaban Juan Antonio Romero, Paula, Jerezano…, en Sanlúcar estaba yo… cortabas cuatro orejas y dos rabos no te ponían en la otra feria. Y eso que movíamos mucha gente. En Barcelona estaban Bernadó, Clavel, Murillo en Zaragoza, en Madrid había catorce… Y las ferias eran la mitad que ahora.
-Hubo tiempo en que Sanlúcar era Limeño.
-Todavía, todavía… lo que pasa es que muchos aficionados de aquella época van desapareciendo y ya no es lo mismo, pero todavía me siento querido.
-Luego llegó lo de Ojeda que tampoco fue cualquier cosa.
-Lo de Ojeda fue distinto, digamos que fue como una llamarada. Lo mío fue más lento. Lo de él surgió más de pronto. Yo tuve más contacto con la gente, Paco se quitó pronto de aquí. Lo mío fue más familiar, lo suyo más espectacular. Pero también hubo otros toreros.
-Recordémoslos.
-Estuvieron también Julio -se refiere a Marismeño- y Parada pero quizás ellos tuvieron menos calado en el público. Y otro que despertó mucha pasión fue Cardeño. Sólo llegó a torear veintisiete novilladas, ni tomó la alternativa, pero hubo un momento en el que la gente se mataba por él. Fue muy del pueblo y tenía su cosa pero no pasó de ahí. Duró un año, no más.

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APRENDER A TOREAR TOREANDO
Se habla mucho de los toreros de Sanlúcar. ¿Podríamos decir que hay algo que les distinga de otros toreros?
-No creo. Yo diría que hemos sido todos muy distintos, cada uno se hizo por su cuenta, ni siquiera entrenábamos juntos. Entonces no era como hoy día. Yo diría que aprendí a torear toreando. Debuté con picadores sin haber hecho un tentadero así que tuve que volver a torear sin picadores porque no estaba hecho.
-¡Me dices que un torero de Sanlúcar -no-ha-bía-he-cho-un-tenta-dero!
-Es verdad. Los primeros los hice en Salamanca. Por aquí sólo toreábamos entonces becerros de media casta en el matadero y por ahí. Nada más. Y eso sólo te enseñaba a defenderte. No adquirías la templanza que luego hace falta en la plaza. Yo aprendí mucho cuando fui a Madrid y comencé a torear con los matadores en la Casa de Campo.
-¿No toreábais de salón en Sanlúcar?.
-Pero por mi cuenta. Los toreros que estaban por delante de mí donde toreaban era en las marismas. Ya te digo, no tenía nada que ver con lo de ahora, ni había vídeos, las únicas imágenes que veíamos eran las de Currito de la Cruz, que las veíamos tres veces en un día en la sesión continua. No había otra cosa.
-Siempre me llamó la atención que te anunciaras Limeño, nunca supe muy bien por qué.
-Yo tampoco. Sé quién me lo puso, Panaderito, un banderillero mayor de Sevilla que venía conmigo. La primera vez que usé ese nombre fue en La Pañoleta en dos mano a mano seguidos que toreé con Curro Romero, que por cierto era la primera vez que toreaba Curro. Antes yo me había anunciado Pepito Martínez y Martínez Ahumada que eran mis dos apellidos.
-Pero te pondría lo de Limeño por algo.
-Quizás en honor de aquel Limeño que alternaba con Gallito cuando eran becerristas. No lo sé. El caso es que Brageli, que había sido banderillero de Manolete, vino a verme a Ceuta para apoderarme y comenzó a decir que eso de Pepito Martínez o Martínez Ahumada no decía nada y fue cuando Panaderito dijo que me anunciasen Limeño. Y hasta hoy. Al poco de eso hasta en mi casa me decían Limeño.
-Irías a Perú con ese nombre.
-Fui a Lima un par de temporadas pero no generó ninguna curiosidad, ni siquiera me preguntaron el por qué me llamaba así.

El punto de inflexión en la carrera de Pepe Limeño también tiene a Sevilla como escenario. Una tarde de lujo, aparte de los miuras, en este caso toros de Ramón Sánchez que acababa de quedarse lo de Arranz y como compañeros El Cordobés, que vivía su plenitud, y José Luis Parada que disfrutaba el gozo de su triunfal llegada al toreo. Visto lo que salta a la plaza, dos toracos para Limeño y cuatro digamos que a modo para sus compañeros, todos entienden que ha habido amaño en el sorteo, pero nadie habla, ni muchos menos la autoridad que necesariamente habría consentido. Limeño sí se planta delante de un micrófono aprovechando que le van a entregar el trofeo de triunfador de la feria anterior. Fue en la caseta Pineda y tras la advertencia del gobernador: “Usted ya es mayorcito para saber lo que tiene que decir…”.
-Yo lo que dije es que no se había sorteado y claro, en eso iban implicadas autoridades, la empresa, El Cordobés… eso es lo que dije.
-A lo mejor fue una sensación tuya, a lo mejor sí sortearon…
-De eso nada, si hubiesen abierto aquellos dos toros entre Parada y yo, pues a lo mejor me mosqueo pero me digo, Pepe alguien se los tenía que llevar, y me hubiese callado, pero que me echaran a mí los dos toracos con aquellos pitones y más de quinientos cincuenta kilos y que mis compañeros se llevasen los otros cuatro con cuatrocientos ochenta… no podía ser. Así que no me lo pude callar, si me callo al día siguiente me hubiesen dado una escoba para barrer la Maestranza.
El revuelo de sus declaraciones fue grande. Las consecuencias personales de lo más crudas, incluidas varias citas en la comisaría, donde Pepe, que se siente incómodo con el simple recuerdo de aquello, comenta que le presionan y hasta amenazan incluso con pegarle. A las declaraciones de Pineda le sucede una resaca informativa de lo más intensa que dura varios días. Se anuncia que Limeño deja de torear, se le acusa de estar loco, llegan a asegurar que lo han internado, se habla y no se para.
-Mi equivocación fue volver a torear inmediatamente. Si aguanto vienen a sacarme de mi casa pero volví a torear y me equivoqué. Me convenció Lolita Casado que era mi comadre, quería que torease en Sanlúcar con El Cordobés y como yo en realidad no tenía nada contra El Cordobés, acepté.
-¿Qué no tenías nada contra El Cor­dobés?
-No, lo que pasó es que él fue a lo suyo y yo me lo tuve que llevar un poco por delante en las declaraciones. En esta historia cada cual tiró para él sin pensar el daño que podía hacer a los demás. No hubo más maldad. El Cordobés cuando sí se portó mal fue después, porque él también me habló para que torease en Sanlúcar. Me llamó a Jerez y me dijo que torease que iba a ayudarme y luego ni me ayudó ni nada. Eso sí se lo tengo que reprochar. Pero ya ha pasado todo… a lo mejor fue para bien. Yo no soy rencoroso ni guardo facturas. Sería para bien.
-Hablemos de los apoderados.
-Los míos han sido siempre mortales.
-¿Mortales?
-Nunca tuve suerte. Siempre hubo algo raro. Fue una constante en mi carrera, desde el primero hasta el último. Ya te digo, mortales.
-¿El primero ya…?
-Ya. Yo tendría doce o trece años. Él, Medrano se llamaba, era amigo de la familia. Era gitano y paraba en el café de mi padre. Yo tenía una cartilla con ochocientas o novecientas pesetas, de las de entonces, bueno pues me las hizo sacar y se las gastó en mi apoderamiento. Así comencé.
-Tampoco fue muy caro.
-¡Qué no!… era el año cincuenta y eso era una fortuna para mí. Y aún hubo más. Tiene gracia. Después de aquello le habla a mi padre de Cayetano Vinuesa, que era el representante de Jumillano, y que según él quería apoderarme. Total, le da coba a mi padre que era un santo, y nos vamos los tres a Sevilla para ver a Jumillano que toreaba en feria y al tal Vinuesa. Ni sé el dinero que le debió pedir para sacar adelante aquella entrevista. Fuimos a una entrada de sol a la Maestranza, al tal Vinuesa no lo pudimos ver y acabamos en la feria, lloviendo como no te puedes imaginar, y viendo por la rendija de una caseta como bailaba Carmen Amaya. Allí estuvimos media noche, hasta que salió La Valenciana, que era el autobús que nos llevaba a Sanlúcar. Esa fue la segunda embestida de Medrano.
Después llegó Brageli del que decían había sido banderillero de Manolete, según rememora Pepe. Toda una historia el tal Brageli. Le faltaba una pierna que le había cortado el tren en un túnel de Bélmez durante la guerra; apoderaba a Curro Romero que por aquel entonces todavía no había debutado; y estaba casado con una gran bailaora que en aquel tiempo, pasado su esplendor, daba clases en una academia entre otras a Gracia Montes.
-Él fue, como te dije, quien insistió que me cambiase de nombre para anunciarme en los carteles. También salió un poco rana. Luego me apoderó El Sevillano, que también apoderaba a Diego Puerta…
Limeño recuerda que había acabado el primero en el escalafón de los novilleros en la temporada del 59 y llevaba la misma marcha en el sesenta cuando El Sevillano le propuso que tomase la alternativa en Sevilla en el mes de mayo.
-Me dijo que había más corridas firmadas, que el cartel era bueno y lo era, Ostos y Romero, y hasta me aseguró el dinero que me iban a dar. El día de la corrida él se fue con Puerta que toreaba fuera y era más antiguo, lógico, pero la sorpresa fue cuando fuimos a liquidar y nos querían dar la mitad de lo que Sevillano me había dicho que nos darían. No cobré y cuando volvió y le comenté lo que pasaba, él insistió en la cantidad que me había dicho y se fue a cobrar. De vuelta, después de hablar con la empresa, me dijo que se había equivocado, que tenía razón la empresa. Y allí mismo me dijo que me tenía que dejar porque Puerta no quería que llevase a nadie más.
Aquel año siguió solo y lo remató con veinte novilladas y catorce corridas de toros. Luego le dio poderes a Diego Martínez sin que a pesar de triunfar en América mejorase el panorama ni se acabasen los conflictos. Objetivo que tampoco logró con Canorea, que le firmó lo que entonces se llamaba una exclusiva y que en realidad no pasaba de ser un apoderamiento normal y corriente. En ese tiempo llegó el asunto del no sorteo con El Cordobés en Sevilla y la poca presencia en las ferias del norte.
-En mi tiempo los apoderados eran fundamentales y en mi caso no me fue un tema nada favorable. Peor aún, por las circunstancias que fuese, los apoderamientos acabaron siendo mi puntilla. No hubo suerte.
-Estás dolido.
-No, no. Me has preguntado y te he contestado pero ya te digo, sería para bien. Circunstancias de la vida.
-¿Cuando te retiraste no pensaste en hacerte apoderado?
-Nooo. Ni me gustó nunca. Para eso hay que ser muy hábil y un poco osado. No, no… no va conmigo y eso que en este tiempo he tenido ofertas de toreros interesantes por mi vinculación con Simón Casas pero consideré que no era el hombre que podía defender bien sus intereses. Las oficinas no me van.
-Empresario sí fuiste.
-Pero tampoco es lo mío. Cada vez que lo fui, de El Puerto y de Sanlúcar, fue por circunstancias especiales. Como socio aún pero como gerente y hombre visible no me va. Si hay que hacerlo lo hago pero no va con mi manera de ser.
-Te retiras y vuelves en 1980. Una etapa breve con sabores contradictorios.
-Barrilaro, según me dijo de acuerdo con Balañá, me ofreció la reaparición para ir por delante en los carteles de El Cordobés que también iba a reaparecer. Al final Benítez no volvió y yo acabé toreando sólo tres tardes. La primera en Sevilla con una de Miura en la que tuve que matar cuatro toros por cogida de Galán, la alternativa de Mangui en El Puerto de Santa María en la que corté tres orejas y una repetición en el mismo Puerto.
-¿Aún así no funcionó?
-No funcionó, no. Imagina como era mi ánimo que de esas tres corridas cogí un dinero a cuenta, lo que se coge las mañanas de la corrida, y nunca volví a liquidar.
-Te retiras definitivamente, te refugias en el campo y te haces veedor. Eso sí te va.
-Eso fue como si se me apareciese el Espíritu Santo. Estaba para irme a Venezuela para trabajar en lo que fuese cuando me llamó Simón Casas por mediación de Patón y Rafael Plaza. Acababa de hacerse cargo de la plaza de Nimes y pensaron en mí. Su aparición fue para mí como agua de mayo.
Álvaro Domecq y Manolo González fueron los primeros que le abrieron sus puertas en época difícil, era año de pocos toros y ellos acababan de llegar. Con la ayuda de aquellas manos tendidas arrancó el nuevo rumbo de Limeño y una de las etapas más estables y reconocidas de su carrera en el mundo del toro.
-Hemos pasado momentos difíciles con el toro pero ahora mismo soy optimista. Embisten muchos toros. Y también se caen menos. Veo, y eso es muy importante, una competencia grande entre los ganaderos, hijos y nietos de ganaderos que están muy metidos en la ganadería y le están dando gran impulso. Tienen mucha afición.
-¿Eso es suficiente?… ¿basta con tener afición?
-También es gente cualificada, muy preparada que además lo viven, son ganaderos pero también ma­yorales, gente sin pe­reza pa­ra echarse en lo alto de un ca­­­ballo sin im­portarles el frío. Yo he visto y veo a muchos de ese estilo. Estamos ante una ge­neración de ganaderos, gente de quince a treinta años, que van a ser muy definitivos.
La charla se extiende por todas las cuestiones del campo. Pepe recuerda la hegemonía sucesiva de encastes como el de murube, santacoloma, núñez o ahora los Domecq “Aunque lo de Juan Pedro siempre estuvo ahí” y se resiste a elegir el mejor ganadero de estos tiempos aunque al final reconoce la categoría personal y de trato que le dispensaron Eduardo Miura y Álvaro Domecq “y alguno más, claro”.
-Tenemos que rematar, maestro. ¿Volverías a ser to­rero?
-Por supuesto. Y supongo que volvería a tropezar en la misma piedra. No me importaría tampoco. La grandeza del toreo y sus ratos buenos, no tiene precio. Eso está por encima de todo.
-Si tú lo dices.

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