GANADERÍA.- TOROS DE EL TORERO

“La mayor virtud de una ganadería es la regularidad”

"Buscamos la bravura pero es muy complicado obtenerla aunque nuestra obsesión es acercarnos a ella", señala a APLAUSOS Tomás León
Íñigo Crespo
martes 19 de abril de 2016

A los pies de ese paraje ecológico que es la Sierra de Grazalema y oliendo la pureza del río Majaceite, se encuentra la finca Las Salinas de Hortales. En ella pastan los animales de una ganadería tan de referencia como la de Toros de El Torero. Esencia de bravura. Dicen que esta casa guarda el tesoro mismo y el secreto más perpetuo de toda la línea Juan Pedro Domecq y Núñez de Villavicencio. El actual hierro data de 1970 y desde dos años antes se anuncia con su nombre actual, tras separarse Salvador Domecq de sus hermanos, Juan Pedro y Pedro. Más recientemente, en 2002, la ganadería pasa a manos de la hija de Salvador, Lola Domecq Sainz de Rozas. “Hasta entonces la ganadería la llevaban todos los hermanos pero en 2002 a Lola le corresponde por rifa una cuarta parte de la totalidad. Empezó con 200 vacas y 7 sementales”, recuerda Tomás León Domecq, marido de Lola Domecq.

Cuando empezamos -continúa Tomás León- lo primero que hicimos fue hablar con Manuel Serván, un mayoral que se había críado con Lola en Jandilla y que estaba trabajando en Gabriel Rojas. Se vino con nosotros y a partir de ese momento todo nuestro trabajo fue volver a nuestros orígenes y buscar el mismo tipo de toro en el que habían trabajado mi suegro y mi cuñado Francisco, hermano de Lola”.

GUARDIÁN DEL PARQUE NATURAL
La Sierra de Grazalema es un Parque Natural. En su corazón, un guardián. El toro bravo que cría Lola Domecq. Un animal de unas hechuras bellísimas, el toro que enamora, que entra por los ojos. Algo muy claro que tienen en esta casa es que el comportamiento del animal debe partir desde su conformación. Hechuras y juego van muy unidos. “Nos han importado mucho las hechuras”, especifica Tomás León. “De hecho una de nuestras más acusadas evoluciones ha sido criar ahora un toro con más trapío que el que nos encontramos. Hace casi quince años éste era un animal bajito, con la caja muy justa y lavado de cara. Costaba estar presente en las plazas de primera, cosa que ahora poco a poco lo estamos logrando”, subraya antes de reconocer algo obvio: “Conjugar las hechuras con el comportamiento es lento. Yo diría que es más lento que difícil, porque la dificultad cuando tienes las ideas claras se supera, pero el tiempo no corre más deprisa nunca. La única forma de equilibrar hechuras y juego es exigir mucho a las vacas y trabajar con muchos sementales”.

De divisa azul y roja, la ganadería de Toros de El Torero hila el paso del tiempo bajo el prisma de la personalidad y el crédito. En la actualidad la divisa se encuentra formada por un montante de 270 hembras y una veintena de sementales. “No queremos pasar de 300 vacas y por tanto la selección debe ser muy rigurosa porque si no convertimos la ganadería en una colección de vacas”, expone Tomás León. “El año pasado, por ejemplo, tuvimos una paridera muy alta de más de un ochenta por ciento y el índice de aprobación superó el cuarenta por ciento. En muchos casos la única solución para mantener unos números es quitar vacas de atrás si es que las que vas aprobando tienen mejor nota”.

Los tentaderos son examen definitivo para todos. No sólo para las vacas o para los toros que aspiran a enarbolar la bandera de su reata erigiéndose en sementales de esta casa de larga trayectoria y fiel historia. Tambien es una reválida para los ganaderos, para quien tiene la responsabilidad de puntuar y hacer valer su concepto en sus decisiones finales. Un dilema. En eso coinciden la mayor parte de quienes sostienen las riendas del campo bravo. “Lola es muy exigente en los tentaderos y nuestro mayoral, Manolo, también. Ellos son los que llevan y dirigen de primera mano la ganadería”, expone León. “La búsqueda final es eso tan difícil de lograr como es la bravura. Es muy complicado obtenerla pero nuestra obsesión es acercarnos a ella. Para que nazca la bravura al animal hay que pedirle fijeza, humillación, repetición, que se rebose en los muletazos, que tenga galope y codicia. Todo ello unido es lo que forma la bravura, sin olvidarnos de algo vital en un toro como es la transmisión y el poder, que no es otra cosa que la raza”, pormenoriza.

Los sementales son la otra parte esencial en la crianza del toro. Los criterios de antaño. El recuerdo a una manera de hacer y de trabajar, de perseguir el sueño perenne de la bravura. No han cambiado algunos hábitos, aunque varíen los tiempos. “La elección de sementales la seguimos haciendo como se hacía antiguamente”, sostiene Tomás León antes de exponer: “Cuando aprobamos un semental le echamos únicamente dieciséis vacas y a esperar. Cuando nacen los hijos, tentamos las hembras. Si nos gustan, nos lo quedamos. Si no nos gustan, sus machos los quitamos de erales. Ahí radica una base de la selección. Es verdad que es mucho más lento y que en ocasiones te arrepientes de no haberle echado más vacas, pero creemos que en la ganadería hay que ir despacio porque los errores se pagan caro”. La elección de machos que pasan el fielato viene contrastada por las hechuras y su reata: “Nota de familia, hechuras y reata. A partir de ahí quemamos muchos toros porque tener abierta la ganadería de sementales es algo muy importante de cara a la versatalidad de nuestros animales”.

EL DOGMA Y EL DUELO
El caballo es la llave de la bravura. Un dogma. A partir de ahí cada concepto de selección imprime sus características. El debate entre el empuje al peto o la duración en la muleta. Entre la manera de embestir y acudir al caballo o el modo de humillar, emplearse o acometer a los estímulos de quien se pone delante. “Rara es la vaca o el toro que se aprueba sin haber acudido con galope, humillación y entrega al caballo un mínimo de doce veces”, revela Tomás. “La clave está en discernir lo que es empujar con clase en el caballo y lo que es acudir por inercia. La bravura está en la entrega y empujar al peto por abajo. Acudir con la cara por las nubes no sirve”.

La orografía de la finca representa un espectáculo para los sentidos. La cámara de Agustín Arjona capta como nadie el mensaje de simbiosis que crean en el paisaje la naturaleza y la personalidad de la zona, con el toro bravo como Rey y dominandor de todo su alrededor. “Nos importa mucho la regularidad, esa es la mayor virtud que puede tener una ganadería en su comportamiento. No me gusta cuando se ponderan corridas donde embiste sólo un toro o dos, porque eso implica que hubo otros cuatro o cinco que fueron de otra forma. La regularidad es lo que aporta credibilidad a una ganadería y lo que da seguridad a un torero cuando apuesta por tus animales”, reflexiona Tomás León, quien expone una teoría muy personal pero con su lógica: “¿Familias de vacas y nombres de sementales?, esas cosas sólo deben importar a los ganaderos. Se ha puesto de moda últimamente airear secretos de campo que son contraproducentes. Hay toreros que conocen todas las reatas de una ganadería y si les toca un toro que por nombre no les termina de convencer ya van a la plaza con precauciones. En mi opinión, una cosa es aconsejar o informar sobre la reata de un animal y otra muy distinta es sacar a la luz los libros y las notas de una ganadería”.

La calidad es un término volátil. Muy personal. En realidad todo lo que rodea al campo bravo y sus criterios va muy unido a esa parte humana que atañe a la sensiblidad y el instinto del ganadero. ¿De dónde parte la clase?, preguntamos a Tomás: “De la raza, sin ninguna duda”. A su juicio, “la nobleza no sirve porque no da fondo y los animales deben tener transmisión para emocionar. Hemos desechado vacas extraordinarias de bondad y nobleza precisamente por su falta de raza. Cuando hablo de raza hablo de bravura y para que tengan bravura no sólo deben ser nobles sino que además deben tener un ritmo muy constante, humillar mucho, entregarse, perseguir la muleta por abajo de forma incansable y durar mucho. Bravura es clase y transmisión”.

Son muchos los ganaderos de todo el tronco Domecq que apuntan a El Torero como el gran manantial de bravura de este encaste. Ganadería señera. De clase y de raza. No son pocas las ganaderías que han crecido en personalidad sobre la simiente del toro que soñó y creó Salvador Domecq. “Dios les guarde a los que dicen eso”, responde con cierto rubor Tomás León. “Mi suegro impuso una selección muy concreta y logró un toro bravo a todos los niveles, incluso a lo mejor en determinados momentos se pasó de raza o fiereza. Pero era el toro que él buscaba y siempre muy fiel a sus principios. Nuestro objetivo ahora es mantener esa bravura y perpetuarla día a día pero aportando nuestros matices”.

Cuando las trayectorias de las ganaderías son tan dilatadas, el presente se contextualiza con la leyenda. La evolución de la ganadería y su comportamiento es al final la puesta al día y la evolución de la propia Fiesta. El bravo evoluciona en la medida que el público demanda unos condicionantes.

LENGUADITO, UN TORO HISTÓRICO
La temporada 2015 fue importante para esta casa. Hay una fecha marcada a fuego en la retina y en el corazón de la ganadera y de su hijo. Tambien de Manuel, el mayoral. El 21 de mayo en Las Ventas, un toro de esta casa brindó un espectáculo grandioso en Madrid. Un toro perfecto en muchos aspectos: Lenguadito, de nombre. La potencia unida a la calidad, el fondo, la profundidad, la manera de descolgar con entrega y recorrido. Un animal extraordinario. Bravo desde el inicio y hasta el final. Bordó el toreo Sebastián Castella frente a él. Se le pidió la vuelta al ruedo. Una bravura infinita, muy poco usual. Una carga emocional en aquella embestida de tanta fijeza, de tanta hondura. Ese morro por el suelo, esa manera de seguir el engaño de manera incansable. “Ese toro nos ha dado mucho porque si este año vamos a Madrid es por eso. Fue un toro bravo con mayúsculas”, recuerda Tomás León, que se emociona al repasar mentalmente el juego de aquel animal, ya histórico. “No teníamos mucha fe en él porque llevaba de sobrero en varias corridas y los toros cuando se les maneja mucho en los corrales lo suelen acusar en su comportamiento. Había perdido algunos kilos cuando salió a la plaza”, asegura. “El toro fue extraordinario y bravo a todos los niveles. Un animal con esa prontitud, ese galope, esa fijeza, ese ritmo constante y codicioso… Tuvo la fortuna de tener delante a Sebastián Castella, que se acopló muy bien con él y ofrecieron un espectáculo grandioso”.

La dificultad que entraña lidiar un toro así y mucho más en Madrid. ¿Un toro de indulto?, ahí trasladamos la pregunta al ganadero. “Yo me lo hubiese llevado al campo sin ninguna duda”, responde. “Tuvo todo lo que buscamos y encima tuvo las hechuras, la caja, la cara y el trapío con el que sueña un ganadero. Criar un toro con esas características y con ese comportamiento es algo tan sumamente difícil que cuando sale debiera ser indultado sea en la plaza que sea”.

De cara a este curso, en la finca pasta una camada preciosa de hechuras. Perfiles de bravura en la Sierra. “Tenemos tres corridas ya cerradas que son la de Madrid de San Isidro que la van a estoquear El Fandi, Paco Ureña y Manuel Escribano; la de Granada con Enrique Ponce, Sebastián Castella y Roca Rey en el cartel; y hay otra corrida que va a lidiarse en Sanlúcar y que creo que va ser un cartel importante. Luego hay dos corridas de toros más que todavía no sabemos dónde se van a lidiar. De cara a 2017 la camada es más amplia”.

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