La crónica de José Luis Benlloch en Las Provincias

Toreo y dolor, qué bonito, qué duro

José Luis Benlloch
lunes 13 de marzo de 2017

Toreo y dolor. Qué bonito y qué duro. Eso se vio ayer en Valencia. Eso lo trae el toro. Disfrute y sufrimiento. La vida pendiente de un hilo y la vida hecha gozo. Fueron los dos momentos de la tarde. El de Curro y el de Padilla. Tragos que no se olvidan y resumen el toreo.

Toreo y dolor. Qué bonito y qué duro. Eso se vio ayer en Valencia. Eso lo trae el toro. Disfrute y sufrimiento. La vida pendiente de un hilo y la vida hecha gozo. Curro Díaz, en la etapa más hermosa de su carrera, embelesó en el quinto. Su arranque de faena, ensimismado, despacito, muy despacito, reunido, gustoso, la pierna flexionada, la muleta lacia y mandona. Todo tenía ritmo de soleá. Todo era hermoso y melancólico. Era como torear para sus adentros. Y todos lo entendimos. Fue como un calambrazo y a la orden de Curro y su toreo, la plaza se puso a levitar. Galgos y podencos, aficionados y guiris, urbanitas y paisanos, todos clamaban ovaciones para el Curro de Linares que pide sitio en las ferias. No digo con las figuras porque con el ritmo de ayer el sitio de las figuras será el suyo. Si ayer hubiese habido en la plaza los anti más antis lo hubiesen entendido también. Seguro.

Padilla, por su parte, no quiso quedarse sin éxito, cosas de torero, carácter y agallas, y una vez más volvió a pasearse por el borde del precipicio. Parece un designio, Padilla abrazado al drama, Padilla abonado al milagro. Sucedió en el cuarto. La moneda de la vida que nunca acababa de caer, jugueteando en su decisión final. ¿Cara, cruz, cara, cruz?… Fue tremendo. Un descuido, un golpe seco, el equilibrio perdido, la tierra que de pronto desaparece bajo sus poderosas piernas, el toro encelado con su presa a la que persigue, un crochet, un derrote, una eternidad, un revuelo de capotes al quite, esgrima de cornadas, la coleta que vuela, también el parche negro, que deja al descubierto viejas heridas de guerra. Instantes que parecían siglos. Fueron los dos momentos de la tarde. El de Curro y el de Padilla. Tragos que no se olvidan y resumen el toreo.

A Curro le concedieron una oreja porque el toro tardó en doblar y porque seguramente esta sociedad está acostumbrada a otra métrica y pide platos rebosantes sin reparar que los sabores buenos no necesitan de atracones y porque el noble toro de Fuente Ymbro acabó apagándose antes de lo que nos hubiese gustado a todos. Mientras escribo la crónica me cuentan que permanece en la habitación del hotel por donde comienza a desfilar una feligresía de aficionados como sucedió siempre con los toreros de culto. Otra oreja cortó Padilla, que a esa misma hora iba camino del hospital después de que los doctores le hubiesen recompuesto el cuerpo de dos cornadas, en realidad nada para lo que pudo ser. Dos costurones más en su maltrecho cuerpo de guerrero, en el muslo –ésta de dos extensas trayectorias- y otra en el tórax cerca del corazón.

Manuel Escribano, tercer hombre en el cartel, sabe como el que más de todos esos avatares. Ayer reaparecía tras una terrible cornada en las pasadas Hogueras de Alicante. De ahí el brindis al equipo de doctores que le arrancaron de las zarpas de la parca cuando no parecía que hubiese ciencia suficiente para hacerle el quite. Escribano ayer no contabilizó orejas pero su éxito fue estar y no perderle la cara a la dura verdad de su profesión.

Sucedió en la segunda de feria. Media plaza, tarde encapotada, toros de Fuente Ymbro, de buena presentación y buen juego en general. El lote de mayor contraste fue para Curro, que se llevó el feote segundo y el precioso quinto, mansote el primero y muy noble el segundo. Tuvo carácter e importancia el burraco primero y una interesante movilidad el sexto, más bravucón que bravo.

Además de la entrega, larga y faroles incluidos, a Padilla le tengo anotado un clásico banderillear a sus toros y dos excelentes estocadas, la segunda ya herido precedida de pinchazo, y sobre todo un final de actuación camino de la enfermería herido y orgulloso de los que se gana al personal.

Al arranque de faena de Curro al quinto le siguieron tres series sobre la mano derecha que no desmerecieron la apertura. Vertical, reunido y abandonado, con un aire melancólico propio de un artista en trance de creación, que enloquecieron. Hubo pellizcos y brujerías varias cuando el toro se apagó y aunque con la zurda no alcanzó el mismo nivel, para entonces había quedado bien a las claras que este nuevo Curro de Linares ha encontrado su sitio. Escribano acabó acusando la inactividad aunque nunca se entregó. Lo dicho, toreo y dolor, qué bonito y qué duro

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 13/03/2017

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