La crónica de José Luis Benlloch en Las Provincias

Feliz debut de Diego Carretero

José Luis Benlloch
martes 14 de marzo de 2017

El diestro de Hellín cortó una oreja y dejó impronta de torero bueno. De planta firme y maneras clásicas, se reveló como torero de futuro a poco que le acompañe la necesaria fortuna. Falta hace. No hubo ni sol ni moscas ni un vecino de localidad que te clavase las rodillas en los riñones ni nadie que te echase encima el humo del puro que son los enemigos más tópicos en una tarde de toros. Me dirán ustedes que qué bien, pero yo les diré que no, que al contrario, que echamos muy de menos al sol, a las moscas, al del puro e incluso al vecino de las rodillas. Hubo frío, mucho frío, viento, desolación en los tendidos y más de una decepción en el ruedo. En compensación saltó una novillada de El Parralejo, de excelente presentación, gran juego y mayormente desaprovechada que fue otro motivo para el cabreo y un novillero, Diego Carretero se llama, de planta firme y maneras clásicas, que se reveló como torero de futuro a poco que le acompañe la necesaria fortuna. Falta hace.

La tarde arrancó con suspense. Hasta la hora del comienzo nadie daba un duro por la celebración del festejo. Había llovido barbaridades, las aplicaciones del tiempo daban agua y viento, más que un ruedo la arena era un barrizal y los tendidos un desierto, pero un poco de arena seca, bastante serrín y un manojo de expertos operarios pusieron las cosas en su sitio para que a la hora en punto las cuadrillas pudiesen desfilar.

Rotas las filas comenzaron a saltar al ruedo novillos bravos y nobles; novillos que parecían toros como el cuarto, al que ovacionaron apenas asomó su generosa anatomía; novillos lustrosos y guapos como el primero, el segundo o el tercero y hasta un novillo feote como el sexto, que para no ser menos que sus hermanos acabó embistiendo; novillos, todos ellos resistentes a las destemplanzas y los malos tratos, de tal manera que los tundían a chicotazos y toques, los sometían a todos los tirones del mundo y seguían mostrándose nobles y obedientes en cuanto los lidiadores (¿) les volvían a hacer cosas como mandan las reglas más elementales del toreo, con temple y suavidad. Todos ellos, los seis, negros y con la divisa de El Parralejo, que de esa forma se apuntó un triunfo más en Valencia que en tardes de mejor acompañamiento aún hubiese sido mayor.

De los toreros me quedo, sencilla elección a día de hoy, con Carretero, de Hellín, que venía con el aval de triunfador de Algemesí y Arnedo. Visto lo visto, aquellos no fueron triunfos casuales, el chaval mostró tener madera de torero bueno. Su toreo al natural al segundo de la tarde fue de mucha dimensión o, lo que es lo mismo, hondo y largo. La faena a su segundo fue de mucho asiento, atalonado en la arena, que para entonces había vuelto a ser un barrizal, muy de verdad y como en la primera, de mucho temple. Al primero lo mató de un bajonazo que le privó de trofeos y al segundo de una buena estocada. Se va de estas Fallas con el cartel al alza.

El mejicano Valadez pasó por Valencia con excesiva discreción y al alicantino Jorge Rico le vino grande el compromiso. La reseña quedó así: Cuarta de Fallas, novillos de El Parralejo de excelente juego; Leo Valadez, ovación tras aviso y silencio; Diego Carretero, vuelta tras petición y oreja; Jorge Rico, silencio tras dos avisos y silencio tras aviso.

CRÓNICA PUBLICADA EN LAS PROVINCIAS EL 14/03/2017

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