La Pincelada del Director

Fuego y pasión

José Luis Benlloch
domingo 19 de marzo de 2017

El suceso de la tarde y de la feria fue el indulto de Pasmoso, el toro colorado que cerraba la feria. Fue como una victoria en el descuento. Respiremos. Ahora mismo, no es novedad, los más sesudos analistas de la Tauromaquia andan devanando los sesos para decidir si fue indulto justo o injusto. Yo, como amante del toreo, lo tengo claro. Entre la vida y la muerte me quedo con la vida. Entre la mojigatería estrecha y la ilusión me quedo con la ilusión. Entre la mayoría hambrienta de felicidad y la inquisición, felicidad. La misma que mostraba una marea de aficionados que abandonaba la plaza con la satisfacción de haber visto algo grande. ¿Les voy yo a quitar la ilusión a cambio de un dudoso diploma de buen aficionado?… Después de tantas tardes de tedio y frustración, tocaba, se merecían, nos merecíamos, una tarde así. Ese es el argumento definitivo para que en la plaza y en la tranquilidad de la redacción piense que Pasmoso, de Domingo Hernández, insisto, no tengo empacho en reconocerlo, fue indultado justamente. Sucedió entre el clamor general. Y no vale que digan que los aficionados son tontos o necios, fueron los mismos que se cogieron la cabeza asombrados cuando el presidente ordenó una inaudita vuelta al ruedo para el cuarto. Y si tenían razón en ese, no cabe pensar que hubiesen perdido el juicio media hora más tarde.

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