La crónica de Benlloch en Las Provincias

Lo mejor, la foto finish

José Luis Benlloch
sábado 25 de marzo de 2017

Todo fue a media luz: los toros de Cuvillo, infortunadamente, no se sacaron la espina de Valencia. Bajitos de todo, salvando la clase del segundo, ése sí fue bueno, el resto dieron juego de más a menos, incluso de menos a menos, caso del primero. Los toreros tiraron de profesionalidad, en un tono medio.

Se reanudó la Feria de la Magdalena. Lo mejor, la foto finish. Castella y Manzanares por la puerta grande. Aunque ahora que lo pienso, mejor todavía fue la foto general: plaza llena, a pesar del frío y de la amenaza de lluvia. Hay ganas de toros, se siente, ¡albricias!, será la reacción a los antis. Tanto, que para hoy los pronósticos de asistencia todavía son mejores. Menos bueno fue el devenir del festejo. Todo fue a media luz: los toros de Cuvillo, infortunadamente, no se sacaron la espina de Valencia. Bajitos de todo, salvando la clase del segundo, ése sí fue bueno, el resto dieron juego de más a menos, incluso de menos a menos, caso del primero. Los toreros tiraron de profesionalidad, en un tono medio. Eso, en el caso de Morante, fueron muletazos sueltos preciosos; en el caso de Castella, firmeza de plantas; y en el de Manzanares, perlas sueltas y un soberano espadazo en la suerte de recibir al último de la tarde.

Lo de Morante en el primero, más que perlas sueltas fueron lágrimas por lo que hubiese podido ser y no fue, por mor de un torito jabonero con tanta belleza como poca vida. A ese cuvillo que rompió plaza, el de La Puebla le esculpió muletazos sueltos de ese regusto que sólo él tiene. Se prodigó más en su segundo, un toro sin cuello y sin casta, con sobrada nobleza y escaso recorrido, ante el cual Morante, el único torero que puede llegar a prescindir de la emoción del toro para generar emoción, le arrancó muletazos soberbios, de mucho temple, de acompañamiento, en una faena que fue languideciendo a la vez que el toro perdía su escasa vida. La falta de acierto estoqueador no fue impedimento para que el público, que bebe los vientos morantistas, le obligase a saludar por pura devoción.

Castella asentó las zapatillas, bajó la mano y giró sobre los talones en el toreo diestro. Por ese pitón el cuvillo recordaba a los mejores cuvillos: humillado, repetidor y vibrante. La faena bajó de rango por el pitón izquierdo. Un pinchazo hondo y un excelente volapié pusieron en sus manos la primera oreja de la tarde. En su segundo trasteo tuvo menos toro y, consecuentemente, menos ligazón, menos gusto y más recursos técnicos y ya se sabe cuanto más se nota la técnica menos se ve el alma. Tiró de oficio finalmente, de insistencia, recurrió a las manoletinas finales en busca de un éxito que, si se trataba de abrir la puerta grande, acabó lográndolo.

Josemari Manzanares se encontró de primeras con un toro castaño precioso. Probón y frenado de salida, rompió a embestir cuando se quedó solo frente al alicantino. Más bravucón que bravo, alegre pero mentiroso, nunca acabó de emplearse, venía en la rectitud, era un taponazo ingobernable. Su mejor virtud fue la emoción y cuando el alicantino lo sometió por abajo, el cuvillo sacó quién era realmente y se fue a los terrenos de chiqueros. La eficacia estoqueadora elevó el premio final a una oreja. Claro que para eficacia estoqueadora y brillantez, el soberano espadazo que Josemari le recetó al renuente sexto. La faena nunca había acabado de levantar el vuelo. El toro se había ido ahogando. El trasteo tuvo altibajos: de lo muy bueno, de los pases de pecho al hombro contrario, de derechazos de mano baja e intensa reunión se pasaba a las series de bajo perfil y poco ajuste, así que el matador tiró del toro hasta la raya, se enfrontiló con él en apostura muy propia, lo citó, se lo pensó el animal, el público adivinó que era el momento cumbre de la tarde, volvió a citar, se mantuvo la atención general, nuevo cite, ¡je, toro!, muy seco y cuando el cuvillo acudió al reto el acero que se hundió contundente y violento en la cruz. Una oreja, que con la del primero hacían dos, y con las dos de Castella, cuatro, y el Castellón más feliz les abrió la puerta grande.

CRÓNICA PUBLICADA EN EL DIARIO LAS PROVINCIAS EL 25/03/2017

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