Creo seriamente que nadie debería escribir sobre la Fiesta de los Toros y sus circunstancias sin conocer a fondo el mundo del toreo por dentro. Sencillamente porque aquí no se trata solamente de describir la belleza artística y la calidad técnica de la obra, como en una crítica sobre pintura, música o literatura. Escribir de toros exige un punto más de sensibilidad, puesto que el torero tiene un grado superior de compromiso que el artista que maneja unos pinceles y una gama de colores, o ensambla unas notas musicales o unos conceptos literarios. Todo muy respetable, por supuesto, pero el torero se juega la vida en la ejecución de una obra que es fruto de un instante y no admite contemplación posterior y, mucho menos, rectificación.
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