La Pincelada del Director.- Por José Luis Benlloch

Madrid me mata

José Luis Benlloch
martes 23 de mayo de 2017

La tozuda realidad demuestra que Las Ventas y su gente son una sorpresa diaria. Lo mismo manda el no y no y mil veces no en el tendido y en el palco, que por las mismas se ponen tiernos y aflojan hasta la mismísima incomprensión. Sobre todo sucede en el palco.

Madrid me mata. Para bien y para mal. De gusto y de disgusto. Cada tarde obliga a un esfuerzo mental de difícil digestión. No quieran comprenderlo, ni razonarlo. No tienen lidia, ni lidia ni línea ni coherencia. Así que lo aceptas o no lo aceptas, lo quieres o no lo quieres y hay razones suficientes para quererlo. En cualquier caso la tozuda realidad demuestra que Las Ventas y su gente son una sorpresa diaria. Lo mismo manda el no y no y mil veces no en el tendido y en el palco, que por las mismas se ponen tiernos y aflojan hasta la mismísima incomprensión. Sobre todo sucede en el palco. Días en que se aceptan toros que te dejan los ojos a cuadros, toros que no pasarían en plazas a las que todos señalan por permisivas, el día de Parladé mismamente, y días que en la misma corrida te cuelan dos dijes, dos galafates y tres cegatos y… ¡vaya usted con Dios! Ha pasado la semana última con total impunidad. Sucede lo mismo con la concesión de trofeos, que hay días en que se les afloja el corazón, quiero pensar que el corazón, se ablandan y tiran de pañuelo de tal manera que acaban ofendiendo -y perjudicando- a los que toparon con el día del rigor. De esa manera el agravio comparativo se convierte en moneda de curso legal. Son un poco péndulo, a los usías me refiero. ¡Usted es un péndulo! les diría. Es como si se rigiesen por la ley del kiosco y el twitter. Debe ser eso, no hay más explicaciones. Si les dan caña por mucho apretar, aflojan; si les dan por generosos, aprietan. Mejor será que no lean, porque hay que reconocer que pase lo que pase les acaban dando leña, en el kiosco, en el Twitter y en la plaza, lo que lleva a pensar en la erótica del palco. A pesar de todo, Madrid merece la pena.

Talavante exhibió en Las Ventas un toreo dormido y singular que le hace diferente y hasta le da licencia para callar

En las cuestiones estrictamente artísticas se esperaba más. Los carteles daban para más, pero aun así hay nombres que merecen las negritas. El primero, el mudo Talavante, días hubo en los que suspiraba por un micro, incluso se agarraba a los micros como herramienta de salvación y ahora cultiva un curioso mutismo tomasista. Después de un paso por Sevilla excesivamente gris en quien tiene cualidades y exigencias de figura, se redimió artísticamente en Madrid con un buen sobrero del Conde de Mayalde que se ha especializado, recuerden lo de Roca Rey, en echar una mano, en realidad un toro de triunfo, a las figuras en momentos clave de San Isidro. Talavante exhibió un toreo dormido y singular que le hace diferente y hasta le da licencia para callar. Al presi le tocaba el día de rigor y le levantó, quiero decir que le pispó, una oreja que hubiese supuesto la Puerta Grande que en Madrid son palabras mayores. Ya sé, o eso se dice, que no importa, que lo que vale es lo que se hace, pero por mucho bla, bla, por mucha teoría fair play, situaciones así, aunque no lo digan, joden a quienes la sufren; aunque se revistan de dignidad y silencio, joder tiene que joder. No le pasó lo mismo en Jerez, donde las crónicas hablan de un Talavante inspirado y original que sí abrió la puerta grande. Parece en racha y, en ese modo, es torero de los que valen la pena. Que siga mudo pues.

Diego Ventura insiste en su actitud rampante. Cada año se renueva, cada año saca caballos nuevos, cada día del año pide guerra…

El segundo triunfador de Madrid, segundo lleno de “No hay billetes” consecutivo, que es dato clave que tendrían que reflejar obligatoriamente las reseñas, segundo lleno de “No hay Billetes” repito, fue Diego Ventura, que insiste en su actitud rampante. El caballero de La Puebla arrolla hasta a las supersticiones, la del sábado era su decimotercera Puerta Grande, la número trece vamos, y la buscó como si fuese la primera sólo que con más dominio, con más templanza, más maestro… Y con las mismas ganas de pelea; y ese es el milagro, el detalle que diferencia a los grandes de los otros, a los quejosos de los bravos. Cada año se renueva, cada año saca caballos nuevos, cada día del año pide guerra… Es lo que hace falta.

A Fandi le agraviaron, a Fortes –valentísimo- le ningunearon, a Curro Díaz le exigieron, a David Mora le reanimaron…

Y al cierre de esta edición de Aplausos y por encima de trifulcas, desafueros, buenas y malas suertes, guardo otro manojo de nombres y sucesos isidriles que merecerían tiempo y horas de tertulia si las hubiese. El agravio al que sometieron a Fandi mismamente, al que mantienen etiquetado entre los non gratos y no se pararon a reconocerle una excelente faena a un excelente fuenteymbro. Son cosas del palco, condicionado, no digo secuestrado pero sí condicionado, por el qué dirán. Recuerdo igualmente, en la misma tesitura de los daños colaterales de los usías, a Fortes, valentísimo, sincero, con más gobierno del toro que en otras ocasiones, muy torero y jodidamente ninguneado por la misma autoridad; a David Mora, que se resarció del disgusto anterior; a Curro Díaz, que hizo cosas torerísimas y tuvo que pasar bajo las horcas caudinas de la incomprensión, nada que no pueda resolver su toreo. Ureña apuntó su buen momento, lo mismo que Garrido, que mostró tener cuajo para aguantar la pelea de la temporada, lo mismo que Román, que ni parpadeó ante la granizada de cuatro toros muy complicados. Y me pareció especialmente duro el trago de Fandiño y, sobre todo, que no se entendiese la dificultad, totalmente evitable, del toro de El Montecillo, malo, grande y cegatón. Cosas de…

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