Empezó mal. Daba la sensación de que la llegada de Simón iba a traer las siete plagas del Egipto taurino. Y hasta la novena tarde no salió de verdad el sol en la feria. Y el astro rey andaba cegado por las nubes de la vulgaridad. Es verdad que la estética torera de Morenito recogió el primer premio, es cierto que a Fortes no le hemos, y no se le ha dado, el mérito suficiente a su serena y torera faena cargada de raza, de valor, de temple y el escalofrío de lo que no tiene edulcorantes. Pero era el inicio gris hasta que Talavante encendió las luces de la personalidad y su conexión con esta plaza. Tres tardes y tres orejas casi sin despeinarse. Y a partir de ahí la feria empezó a sacar buena nota, con alguna calabaza, que siempre cae en el primer curso de San Isidro.
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