La mujer en los toros sigue siendo un atrezzo. Una decoración. Como en lo del balón, se argumenta que al no ser profesión ad hoc a ellas, no tienen, proporcionalmente, una participación en los medios ad hoc.
Mirando la tele, que la miro muy poco, veo mujeres en lugares de responsabilidad. Mujeres dirigiendo. Mujeres presentando. Mujeres debatiendo. Mujeres a todas horas. Supongo que no será por aquella estupidez de “el cupo”, una ocurrencia machista que busca una proporcionalidad entre sexos por razón de sexo. No por razón de talento. Pero veo mujeres en todo. En la radio se les escucha. En los diarios se leen a mujeres.
Menos en fútbol y en toros. En fútbol lo entiendo. Es un espectáculo machista ciento por ciento. Todo lo no culto alimenta a la mujer como florero o similar. No se enfaden los deportivos del fútbol. Es así aunque se molesten. Yo fui pelotero cerca de los grandes. No he leído o escuchado nada inteligente sobre fútbol de tal forma que el mejor hablado es un argentino cuyo mejor mérito fue correr a abrazar a su compañero Maradona una y otra vez cuando éste marcaba uno de esos goles picassianos. Corría mucho y abrazaba con peligro. Llegó a entrenar al Madrid. Del fútbol, un par de plumas a rescatar y nada más. Segurola y ese hombre del As que piensa fetén y escribe fetén. ¿Y los toros?
La mujer en los toros sigue siendo un atrezzo. Una decoración. Como en lo del balón, se argumenta que al no ser profesión ad hoc a ellas, no tienen, proporcionalmente, una participación en los medios ad hoc. Eso en fútbol me parece machista. Pero en los toros es una evidente y preclara declaración de machismo ligado a una razón: que lo de arte y cultura es un cuento. Porque una narrativa cultural necesita de unos narradores cultos y conozco a muchas mujeres con una cultura impresionante. Y con una sensibilidad para contarla aún más valida. Hay fotógrafos mujeres muy buenas. Algunas excepcionales. Hay aficionadas cumbres, las hay que ven el toro de forma inmejorable. Hay comunicadoras que harían que este espectáculo llegara a una bolsa de gente que a la que jamás llegaremos nosotros. A veces me acuso de ser ese rancio que es un bis o un tris haciendo bis o gris en comunicación. Pero ellas no están. Tratan de ser toreros. Llegan a serlo. Acceden a la universidad. Leen. Sirven. Pero no están.
Tenemos comunicadores varones al filo de lo imposible en edad escribiendo y hablando. Eso no sería malo en absoluto pues saber no tiene edad. El talento no tiene edad o sexo. Pero es que algunos no tienen más que la edad avanzada. Una vez me reprocharon esto: tú también llegarás a esa edad, así que respeta. Y contesté: respeto tanto que si a esa u otra edad yo escribiera así de mal, no estaría escribiendo por voluntad y decisión. Por eso hablo de edad y de sexo. Para reflexionar.
La sociedad española es una suma de hombres y de mujeres. Una suma de edades. Una suma de opciones ideológicas y sexuales (es curioso que no existen los gays en el fútbol ni en los toros), una suma de colores también, porque la población de gentes de afuera es grande… y hay que llegar a ellos. Hay que llegarles entre otras cosas, con su gente. Con sus rostros. Con sus sensibilidades. Con cosas, armas y personas que les sean próximas, que les sean creíbles.
Invito a las mujeres que hay dentro del mundo, muy marginadas, a rebelarse. Invito a los que crean en su sensibilidad, del sexo que sea, a revelarse generacionalmente como han de revelarse toreros nuevos y nuevos ganaderos y nuevos empresarios. Sin revelación jamás habrá futuro. No se puede contar a un gay el toreo en clave de macho o un adolescente el toreo en clave de anciano rancio o a una mujer en clave de macho alfa.
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