“Sentir apoyo hace que te entregues al 200% porque te olvidas de las responsabilidades e intentas dar lo que estás recibiendo”, explica el torero.
“A mi padre se le hubiera caído la baba viéndome dar la vuelta al ruedo con mi hijo”
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José Mari Manzanares fue este martes uno de los grandes protagonistas del programa “Aquí, el toreo” de la 99.9 Valencia Radio que elabora cada semana la redacción de APLAUSOS. El alicantino, triunfador de la recién finalizada Feria de Hogueras de su tierra, desgranó las sensaciones vividas en la tarde del pasado sábado, cuando salió a hombros tras cortar tres orejas a su lote de Juan Pedro Domecq. “Fue una tarde muy emotiva, con mi gente y en Alicante. En lo artístico muy completa; no la mejor, pero sí de las mejores”, afirmó.
El alicantino cuajó dos buenas faenas, sobre todo la del segundo toro, más redonda y de más vibración, al que consiguió desorejar. “El primer toro humillaba menos y tuve que cuidarlo, pero al segundo pude exigirle más, dándole más muletazos en cada serie”, explicó Manzanares, que en los últimos años ha experimentado un avance en su tauromaquia, toreando cada vez más despacio, sobre todo con el capote: “Es algo a lo que estoy dedicando mucho tiempo en los entrenamientos porque era lo que más me había costado siempre. Poco a poco se van viendo los resultados, estoy seguro con el capote y todo sale más natural, de la misma forma que lo intento con la muleta”.
Algo inusual en él, Manzanares recibió a su primero de rodillas. “Llegué a la tarde con el ánimo muy positivo y la gente me transmitió mucho cariño. Vi al toro salir de chiqueros galopando, rematando en los burladeros y me salió del alma. He bebido desde pequeño esos puntazos de mi padre, no soy el primero de la familia en hacerlo”, indicó el alicantino, que añadió que sentirse querido es, para él, “muy importante”, añadiendo: “Todos los artistas lo necesitan pero en mi caso hace que sea el doble delante del toro. Sentir el apoyo de tu gente, y en este caso de mi ciudad, hace que te entregues al 200% porque te olvidas de las responsabilidades e intentas dar lo que estás recibiendo”.
Se empeñó en matar al primero en la suerte de recibir, una de las suertes que con más acierto ejecuta el alicantino. Lo hizo por “orgullo y tozudez”, dijo, aunque finalmente acabó enterrando la espada mediante la fórmula del volapié. No fue así en su segundo, al que mató de una gran estocada dejando llegar la embestida del juampedro con aguante y valor. “Quizás los toros como el primero no son los mejores para entrar a matar recibiendo porque son parados y protestan. Pero cuando intento realizar esa suerte, me siento mal si no sale a la primera y no lo vuelvo a intentar; es como si se me quedara clavada una espinita. De todos modos, son momentos emocionantes cuando citas y el toro no arranca, protesta y escarba, y tú no desistes y vuelves a citar. Se genera un ambiente bonito porque la gente está deseando que el toro arranque”, señaló.
Tras la faena a su segundo, Manzanares paseó las dos orejas de la mano de su hijo mayor, José Mari, en una imagen que recordó a la de treinta años atrás cuando padre e hijo daban juntos la vuelta al ruedo en “su” plaza de Alicante. “Las personas no se olvidan si las mantienes en el recuerdo y eso me pasa con mi padre. Con él he vivido muchas cosas viajando de pequeño y quiero que mi hijo sienta lo mismo que sentí yo. Quise hacerle un homenaje a él y a mi hijo, se lo merecían ambos. En el segundo toro de Enrique mis hijos estaban en casa, no me gusta que vean una corrida de toros entera porque son muy pequeños, así que llamé a casa para que se lo bajaran. Al final corté las dos orejas y pudo salir conmigo para dar la vuelta al ruedo. Es una imagen que a todos nos trasladó a las vueltas al ruedo de mi padre, todo el mundo se acordó de él. Se le habría caído la baba”, explicaba orgulloso Manzanares.
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